Maleta, ¿placer o tormento?

Preparar un viaje consiste en muchos deliciosos placeres, pero también en un puñado de pequeñas y fastidiosas tareas: revisar documentaciones, vacunarse si hace al caso, cambiar divisas o…hacer la maleta. Porque con excepción de quienes disfrutan introduciendo cada prenda de ropa, imaginándose en anticipo el uso que les darán en coordenadas exóticas, suele ser el momento que más pereza provoca en los viajeros.

¿Qué meter? ¿Cómo arriesgarse a que nuestras vacaciones ideales queden desarboladas por una infausta carencia de ropa de abrigo? ¿Es mejor decidirse por un formato ligero que nos permita mayor agilidad y movilidad o merece la pena apostar por los baúles decimonónicos en los que no falte nada, absolutamente nada, que podamos echar en falta?

Desde luego no todos los desplazamientos, personas y necesidades son iguales. Y no es lo mismo ir a una ciudad bien abastecida y barata, en la que podremos subsanar alegremente cualquier olvido, que emprender el rumbo hacia lugares remotos y alejados de la civilización. También hay que tener en cuenta las intenciones del viajero, porque algunos van con el zurrón premeditadamente vacío llevarlo bien lleno a la vuelta.

Los viajeros experimentados, no obstante, suelen aconsejar viajar sin excesos de equipaje que entorpecen el movimiento y suelen causar más problemas de los que resuelven (desde su porte a las dificultades de su vigilancia o a una mayor probabilidad de padecer largas sesiones de control en aeropuertos). El criterio es eliminar todo lo innecesario, que no significa dejar de incorporar elementos de placer u ocio, sino todo aquello que cuando confeccionemos la lista de las cosas que nos vamos a llevar consideremos como “algo que quizás podría hacerme falta”. El mejor enfoque es llevarse aquello sin lo que “sería penoso sobrevivir”. Una lista meditada que, por otro lado, suele garantizar nervios de última hora, fatídicas omisiones y bultos indeseables y precipitadamente incluidos.

Otros condicionantes impiden mayores generalizaciones: el hecho de portar o no equipo audiovisual, la posibilidad de sufrir fuertes cambios térmicos que justifiquen llevar ropa de verano e invierno o el tipo de infraestructura que pensemos encontrar perfilará el resultado final.

Tan delicado resulta el asunto que puede considerarse un arte que va perfeccionándose con el tiempo y la experiencia. Y hasta existen webs como One bag que lo tratan y nos ofrecen ayuda. One bag (solo en inglés) nos ofrece consejos, nos explica los pros y contras de distintos tipos de maleta, pone a nuestro alcance sumarios de los objetos indispensables y hasta nos presta una herramienta que introduciendo algunos datos personales y los de nuestro destino nos da hecha la lista para nuestro petate. Si al final hacer la bolsa resultará ser un divertimento en el que no habíamos reparado…

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