La silueta del cocodrilo

Y no hace falta añadir mucho más, porque pocos logos habrá que hayan conseguido representar mejor los valores de una marca.

Ahora bien, esos valores pueden matizarse un poco según quien los defina. Para unos encarna la elegancia deportiva, clásica, aseada y sin estridencias. Para otros, en cambio, se ha convertido en el paradigma de prenda pija, contraseña de gente bien cuando viste de sport.

Ciertamente, la leyenda de Lacoste se forjó en el ambiente más bien distinguido y despreocupado de las canchas tenísticas de los “felices veinte”. Allí, un joven francés que se había hecho un hueco entre la más destacada generación de tenistas del país vecino, los llamados mosqueteros, se ganó por su tenacidad y potencia el apodo de “el cocodrilo”. Y en adelante, se lo hizo coser en sus chaquetas. Su nombre era René Lacoste.

Lacoste fue un jugador que se adelantó a su tiempo, con su atención a todos los aspectos del juego, desde entrenamientos que iban más allá del juego e incorporaban rutinas para mejorar la fuerza y la resistencia hasta ropa que mejorara la comodidad en el terreno. Así surgió la idea de vestir una camiseta en punto de canalé ceñida, con un tejido de algodón transpirable conocido como piqué. Aunque en un primer momento su corte ajustado suscitó alguna controversia, rápidamente se extendió por el circuito profesional.

Tras su retirada de las pistas, René decidió sacar rendimiento comercial de su idea. Así nació en 1933 Chemise Lacoste, con unos rasgos distintivos que en su esencia no han cambiado hasta la fecha: zamarras de piqué, con el cuello abotonado y un cocodrilo bordado sobre el lado izquierdo del pecho.

Lo cierto es que si Lacoste tuvo una carrera larga y bastante exitosa como tenista, quue incluye 7 Grand Slam, como creador de tendencia ha conseguido ir mucho más allá. Porque su adopción, posiblemente inspirada en las camisetas que utilizaban los jugadores de polo argentinos ya en los años 20, de esta pieza y posterior difusión ha tenido un impacto duradero no solo sobre la estética deportiva, sino sobre la historia de la moda. El mérito de combinar modernidad y clasicismo con una camiseta que realza el gesto y el porte ha inspirado a muchas otras marcas, como Fred Perry o más recientemente Tommy Hilfliger.

Ya bajo el mando de su hijo, la compañía consiguió extenderse por el mundo entero y alcanzar su apogeo a finales de los 70, cuando en Estados Unidos se convirtió en parte obligada del ropero de los llamados “preppy”, es decir, los jóvenes colegiales blancos de familias adineradas. En Europa sucedería un poco lo mismo, cuando en los ochenta se convirtió en icono de la jet set más hedonista o de quienes querían asemejarse a ella.

Sin embargo, tras un cierto decaimiento de ventas e imagen en los años noventa, el nuevo siglo les ha llegado con ganas de ampliar su margen de maniobra. Por un lado, la recuperación de lo retro les ha favorecido: no en balde pueden presumir de una trayectoria ya muy veterana, sin que muchos de sus diseños hayan sufrido alteraciones. Pero por otro, sus responsables han considerado prudente refrescar y ampliar su estampa clásica, con nuevas líneas de ropa y complementos, que incluyen pantalones, cinturones, zapatos y hasta perfumes y que puedan conectar con una nueva generación de su público de siempre.

Amada u odiada (la compañía Mad Dog llegó incluso a hacer una parodia de sus productos) sin grandes términos medios, elitista por precio si bien multitudinaria por la cantidad de personas que han lucido uno de sus polos, de lo que hay pocas dudas es de que la silueta del cocodrilo aparecería en casi cualquier glosario de las marcas que han determinado el vestuario del siglo XX.

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