Hoy ofrecemos un destino pensado para viajeros que, cuando hacen las maletas, tienen el propósito de huir de lo convencional y disfrutar de un destino divertido y tal vez insólito. Entre extravagante y exótica, la isla de Naoshima es, sobre todo, un lugar consagrado al arte, donde cualquier cosa es posible. Artistas, arquitectos, escultores y demás creadores la han convertido en una suerte de museo viviente que atrae tanto a entendidos, como a curiosos.
El proyecto comenzó hace 20 años, cuando el entonces alcalde de la isla –también fundador de la Benesse Corporation, un complejo cultural que abarca más de la mitad del terreno de Naoshima- decidió convertir el lugar en un entorno especial, donde paisaje, arquitectura y arte convivieran en singular armonía. Además de ser una apuesta muy interesante -y prácticamente única en el mundo- con ello consiguió promover el turismo, enriqueciendo una zona que, a día de hoy, se nutre de su peculiar entrega al mundo del arte contemporáneo.
Entre algunas propuestas kitsch, conviven otras exóticas -como el museo dedicado a James Bond- y algunas de enorme calidad estética. Quizá la más interesante -que, a diferencia del museo dedicado al agente 007, sí forma parte de la Benesse Corporation- es el Chichu Art Museum, diseñado por el genial arquitecto Tadao Ando. En su interior se guardan piezas de artistas tan significativos como James Turrell, Walter de Maria o Claude Monet.
En caso de querer pasar más de un día en la isla, lo propio es alojarse en la Benesse House, diseñado también por Tadao Ando, como la mayoría de los edificios pertenecientes a la Fundación. Calma, lujo y una estética digna de los más exigentes se dan la mano en un hotel donde las obras de arte forman parte del propio edificio.