La era blanca

Si crees que el esquí se ha democratizado y ha dejado de ser una cosa para ricos, ociosos y gente guapa en general, es que no has estado en los destinos que hoy te presentamos.

Aunque los inicios del esquí se remonten a la dura vida de los pastores y cazadores del círculo ártico, y aunque fueran los grandes exploradores noruegos los primeros en utilizarlo con otros fines, resulta difícil no asociar hoy la vertiente recreativa y deportiva de este ejercicio con un ambiente entre pijo y ocioso muy propicio para la caricatura y no del gusto de todo el mundo.

Si bien como todos los tópicos puede haber parte de exceso e injusticia en esa caracterización, y son muchos los aficionados de clases no privilegiadas que han encontrado en las pistas una pasión por la que merece la pena apretarse el cinturón,  lo cierto es que tanto el precio del material, como el de los forfaits, los alojamientos y de otros gastos derivados que implica una estancia en la nieve allanan el camino para su práctica a personas de estatus más bien elevado.

Pero incluso en un medio ya de por sí acomodado, hay jerarquías, y no todos los resorts y pistas tienen el mismo relumbrón. Sea por la leyenda asociada a sus frecuentadores o por la exclusividad de los hoteles y restaurantes de su entorno, algunas de las más selectas y reputadas instalaciones son todavía un coto bastante exclusivo.

Un caso característico es Chamonix, la estación al pie del Montblanc y uno de los destinos de referencia para el esquí de postín. Lugar de ostentosas segundas residencias y de tiendas de gran lujo, es sin embargo la sombra del coloso europeo y la leyenda del alpinismo continental lo que más ha contribuido a erigir su fama.

No es sin embargo, el único destino alpino con un extra de glamour. En Suiza se encuentra la que tal vez sea la estación más famosa del mundo y una de las más cotizadas merced a las reservas de ricos y famosos: Saint Moritz. Este pueblo del cantón de los Grisones, sin demasiado tipismo urbanístico, todo sea dicho, presume de ser el hogar del concepto “deportes de invierno” y posiblemente también pudiese jactarse de tener uno de los metros cuadrados más caros de la tierra, ya sea en su distrito comercial de Dorf o en su barrio termal de Bad.

Ya en vertiente italiana, no le va demasiado a la zaga la llamada perla de los dolomitas, Cortina d’Ampezzo. Esta antaño tranquila localidad ladina encarna hoy el prototipo de pueblo residencial ultraelegante para millonarios, con muchas mansiones, grand hotels y casinos propio, por ejemplo, de las películas de James Bond. No extraña, de hecho, que haya servido de escenario para más de un rodaje de las peripecias de 007.

Pero aunque el viejo continente siga siendo el no va más cuando uno quiere codearse con la aristocracia o lucir palmito con el anorak de plumas más caro de la tienda, también tiene muchas oportunidades de acabar compartiendo telesquí con directores de multinacionales o estrellas del espectáculo en Aspen, Colorado. La que fuera una ciudad de mineros y tramperos encontró su verdadero filón cuando empezó a abrir sus maravillosas pistas, conocidas por la excelencia de su nieve, poco después de la Segunda Guerra Mundial. Y ni siquiera la crisis ha podido detener el flujo de billetes que algunos pagan por dormir en sus resorts de lujo o comer en algunos de sus laureados restaurantes.

Aunque para suerte de quien además de exclusividad busque un poco de exotismo bien puede evitar lo trillado de estos anteriores destinos y precipitarse por las laderas de Faraiya Mzaar Kfardebian en el Líbano o seguir las huellas de la extinta selección soviética de esquí en , corazón de las montañas armenias. Posiblemente no disponga de tan selectas amenidades entre bajada y bajada y no se encuentre allí a la crema del papel-cuché internacional, pero puede apostar a que nadie le ganará en originalidad y distinción cuando lo relate a su vuelta.

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