La búsqueda de la felicidad y el bienestar

Son conceptos abstractos, difíciles de definir, no siempre estables y que dependen de los valores y de las expectativas de cada persona y comunidad. Pero son categorías que van asociadas a una buena salud anímica, al deseo de vivir y relacionarse satisfactoriamente con los demás y, en definitiva, a compartir con los nuestros la mejor versión de nosotros mismos.

Pero, ¿qué lleva a la felicidad? Evidentemente, se trata de una cuestión filosófica que ha ocupado miles de páginas y que sería imprudente querer liquidar en unas pocas líneas. Ahora bien, hay una serie de factores que a menudo suelen influir en una apreciación favorable de la propia situación. Y sorprende comprobar que el poder adquisitivo no es uno de los más determinantes.

Hace unos meses, la New Economics Fundation publicó un informe dónde listaba los países del mundo por su grado de felicidad e indagaba en los criterios que eran más útiles por elaborar este ranking. Los resultados pueden verse en su página web.

Una de las conclusiones más evidentes es que un mayor gasto de recursos y una elevada capacidad de consumo no contenta más a una sociedad que otras variables como una activa vida comunitaria o un medio ambiente bien conservado. Más bien, acaba generando una angustia por el estatus o el hartazgo por la omnipresencia de valores materialistas. La esperanza de vida y el bienestar humano, que viene dado por la ausencia de conflictos y de hambre y por sistemas de salud adecuados, pero muy especialmente por un sentimiento de autosatisfacción con el sentido de la propia existencia, pesan más en la balanza. Resulta así que los habitantes de las Islas de Vanuatu, Cuba o de Costa Rica, que encabezan el listado, viven con más alegría que los miembros del G8.

De todo este estudio y de sus resultados se pueden sacar unas conclusiones valiosas. Si bien es complicado generalizar y no hay fórmulas que sirvan a todo el mundo por igual, el equilibrio vital depende con frecuencia de una actitud personal combinada con los condicionantes del entorno. Los segundos son difíciles de modificar a nuestro arbitrio, pero la implicación en nuestra comunidad y la organización o participación en actos de intercambio humano (cultural, político, lúdico) no sólo pueden contribuir al cambio, sino que nos provocará la sensación agradable de estar haciendo algo útil y placentero. Y en el primer campo siempre podemos encontrar formas de sentirnos mejor, de llevar una vida más conforme con nuestras convicciones y de hacer un pequeño esfuerzo por comer más saludablemente, mantener la actividad física, encontrarnos con los amigos y la familia, ampliar nuestros horizontes y reservarnos tiempo por aquellas cosas que de verdad nos guste hacer.

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