Los jardines Zen (jardín japonés de estilo karesansui) son la máxima expresión en jardinería de la máxima de ‘menos es más’. Sobrios y abstractos permiten que con unos medios mínimos se logre un efecto máximo. Proporcionan tranquilidad y armonía con el entorno y es perfecto para aquellas personas que no puedan o quieran dedicar mucho tiempo al cuidado de su jardín, ya que una vez creado se debe dejar en paz y tan sólo disfrutar de su existencia. No en vano su finalidad es la de propiciar la meditación, uso que le daban los monjes Zen durante el período Muromachi (1336-1573).
Llegados a Japón desde China en el siglo XIII junto al budismo Zen, estos jardines ‘secos’ de arena, grava y rocas y algún toque ocasional de musgo y hierba se caracterizan porque, al contrario que en la tradición europea, su belleza no se desprende de la simetría, la regularidad y las repeticiones, sino de la conexión con la propia naturaleza, por lo que se utilizan cantidades impares. Además, el simbolismo en los jardines Zen es fundamental. Así, la arena rastrillada, por ejemplo, representa el océano y la ausencia de pensamientos y el agua corriente es como la fuente de
A simple vista los jardines Zen parecen ser los más sencillos, sin embargo su diseño resulta ser el más difícil, basándose en sus comienzos en dos ideales estéticos básicos: el Yugen (la elegancia simple, la grandeza residiendo en las pequeñas cosas) y el Yohaku (la belleza del vacío no del material). Más adelante los jardines Zen han ido incluyendo otras variaciones como la introducción de rocas talladas o la práctica de recortar los arbustos y las plantas.
Para disfrutar de un jardín Zen no es necesario contar con un gran espacio (no superan los 10×30 metros, e incluso los hay ‘portátiles’ en pequeñas cajas de madera para el interior de las casas), pero es importante comenzar elaborando un plan de ideas que se esbozará en un papel. Se debe tener el diseño de antemano ya que habrá varios factores sobre los que no se podrá decidir sobre