Inspiración pasada

Término capcioso, “retro” puede designar sencillamente algo anticuado, pero también lo que con el paso de los años ha alcanzado un estatus de atemporalidad y, aún mejor, aquello que busca abiertamente la estética y el aroma de épocas pasadas de un modo deliberado, estilizado y hasta irónico. Objetos y formas que tienen precisamente el encanto de mostrar de modo muy preciso su desfase, su carácter obsoleto.

Así que si bien es difícil delimitar lo retro, qué tipo de objetos y qué épocas engloba, sí que puede decirse que no basta con que algo sea viejo para que pueda resultar ennoblecido por la etiqueta. Ha de existir una intención decorativa, así como una singularidad en los objetos decorativos que pongan de relieve esa condición. Porque aunque se puede dar con un salón retro puramente casual, lo habitual es que sea alguien que tenga esa pretensión –y ese gusto coleccionista, que algunos llaman retrofilia- quien lo habite.

También hay un umbral trasero para lo retro, porque nadie consideraría las antigüedades clásicas –pongamos un gabinete Luis XVI o un reloj de pared del siglo XIX- como tal. La mayor parte de veces el apelativo retrotrae a épocas más cercanas. El proceso por el que algo deviene retro suele ser el siguiente. Diseños de un momento determinado (una década, un periodo de producción de una empresa o incluso de un país) que al cabo de unos años caen en desgracia por resultar trasnochados y feos para el nuevo gusto imperante, pero que más adelante son recuperados precisamente por eso, con la diferencia de que el tiempo transcurrido permite que la mirada sea ya irónica y que lo que ayer fue simplemente pasado de moda se haya convertido en raro, bizarro, entrañable y como tal con posibilidades de ser recuperado con propósito decorativo.

Posiblemente, sean los 60 y los 70 las décadas a las que más se acuda a la búsqueda de materiales e inspiración. Aquello anterior es ya difícil de conseguir y va alcanzando una categoría de reliquia que lo encarece. De hecho, por este mismo motivo, y porque va aumentado la distancia que nos separa de ellos, los propios años 80 estén cada vez más en el foco de los retrófilos.

Una última aclaración pertinente: como en todo coleccionismo, existen dos alternativas: los objetos auténticos y las réplicas. No es necesario señalar que el segundo caso será más gravoso para nuestro bolsillo.

Y una vez resueltos, ¿Por dónde empezar? Hay personas especializadas en campos, épocas y estéticas precisas: los apasionados de aparatos tecnológicos de los 50, los amantes de los muebles y tejidos más estridentes de los ochenta, los buscadores de réplicas de los objetos creados por la escuela Bauhaus o los coleccionistas de material del difunto bloque socialista (en Alemania incluso ha proliferado una moda nostálgica inspirada en la extinta RDA).

A la hora de elegir qué línea o tendencia seguir hay quien querrá reproducir con meticulosidad un momento concreto del pasado, aunque esa opción no sólo no es siempre viable, sino que incluso puede estropear el efecto si se percibe excesiva impostación. Una estrategia de mucha mayor eficacia puede ser dejar, como al descuido, objetos puramente retro en medio de una decoración contemporánea, o combinar cortinas, papeles pintados, cuadros y hasta ropa del siglo pasado con muebles modernos. O bien a la inversa –tener un teléfono, una placa de publicidad antigua, un equipo de música, unas sillas, un reloj o unos jarrones de vidrio retro en un marco contemporáneo. El límite lo pone el propio gusto, el presupuesto o la habilidad para encontrar toda esa parafernalia.

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