Familias en la pequeña pantalla

¿Cuántos no habremos pensado que las vicisitudes de nuestra familia darían para una serie de televisión? Los mismos guionistas y realizadores han visto claras las posibilidades dramáticas de este núcleo social básico y la facilidad de identificación del público con ellas. Y así, desde el principio de su historia, asomaron a la pequeña pantalla clanes que debían mantenerse unidos para plantar cara a la dura vida del Far West, como el de los Cartwright en Bonanza, o cáfilas bizarras  como la de los Munster, en La Familia Munster. Los éxitos de público, en ambos casos, fueron sensacionales.

La comicidad que emana de la relación entre seres peculiares que comparten techo y lazos de sangre, caso de la última, ha sido uno de los recursos más habituales de los productores. El género ha dado así una plétora de matrimonios cáusticos y mal avenidos, como George y Mildred o sus homólogos americanos Los Roper, y familias disfuncionales, las de Padre de familia o Matrimonio con hijos entre las más recientes. Mientras, El príncipe de Bel Air jugaba con la llegada de un nuevo miembro que subvertía el orden armónico de la casa y sacaba a relucir toda la rareza y extravagancia que albergaba cada cual.
En otros casos, normalmente con un tono más cándido y optimista, la excusa la ha dado la unión en un nuevo matrimonio de dos viudos cargados de hijos. La tribu de los Brady marcó el camino por el que han discurrido otras sagas con fortuna entre la audiencia como Los Serrano. Otras como Padres Forzosos, que arrasaron en su momento, incluso pintaban cuadros más desquiciados, con un padre que debía subir a sus hijas con la ayuda dudosa de un amigo y su cuñado.
De hecho, la situación del padre soltero ha sido explotada a conciencia en la telecomedia: Médico de familia se hizo durante años con las noches televisivas de los martes y dio el pistoletazo de salida a la producción propia. Y Blossom fue un pequeño fenómeno de culto adolescente.
Las familias torrenciales y numerosísimas son otro de los fundamentos de este subgénero. Humor blanco y clave tierna primaban, con excelentes resultados, en  Con ocho basta, El show de Bill Cosby o Siete en el paraíso.

Sin embargo, el drama que puede surgir del entramado de afectos, rencillas, viejas lealtades y rencores que puede anidar toda familia también ha tenido su cabida en el pequeño formato. Algunas tiraban a lo romántico y aventurero Poldark, El señor de Balantree, otras al culebrón retorcido, como Dallas, Falcon Crest o Dinastía. Una de ellas, Los Soprano, es considerada por muchos críticos como la mejor serie de la historia de la televisión.

Pero desde hace ya unos años,  parece que los televidentes españoles tienen debilidad por un familia concreta, los Alcántara, esa que en Cuéntame ve como los tiempos y las costumbres cambian sin prisa pero sin pausa en los estertores del franquismo.

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