En el frágil paraíso de Darwin

Cuando el 15 de septiembre de 1835 el HMS Beagle avistó las costas del archipiélago de Colón, genuinamente conocidas como las Islas Galápagos, pocos indicios podían hacer sospechar que este encuentro marginal cambiaría radicalmente el curso de la ciencia y nuestra misma percepción del universo.
Pero a bordo del barco viajaba un joven naturalista que en aquellos peñascos apartados del Pacífico, a más de 1.000 kilómetros de las costas ecuatorianas, observó con provecho los particulares endemismos animales que ese aislamiento había producido.

La continuación de la historia es bien conocida: con el correr de los años, ese fue el pilar que habría de sostener la teoría de la evolución de las especies de la que en 2009 celebramos el 150 aniversario.
Todavía hoy, las llamadas por los marineros Islas encantadas, vieja base pirata y hogar de una comunidad muy pequeña hasta tiempos muy recientes, se considera uno de los mejores centros de estudios biológicos y climáticos del planeta. Sin embargo, su delicado ecosistema viene siendo amenazado por muchos preocupantes factores.

Porque pese a ser declarado Parque Nacional en 1959, y ver ampliada esa protección a sus aguas en 1986, y aun con el respaldo de la UNESCO que las declaró Patrimonio de la Humanidad, el persistente crecimiento demográfico y el incremento del turismo amenazan con deteriorar irreversiblemente ese frágil ecosistema.
La atracción que supuso su conversión en reserva de la biosfera, la seducción que comporta su papel desencadenante de uno de los mayores cambios de perspectiva de nuestra historia, y su indudable y majestuosa belleza han resultado, paradójicamente, un perjuicio tanto o más que un provecho. Los visitantes que arriban a estas costas, 173.000 en 2008, suponen un incremento de la demanda de servicios y de la huella sobre el medio que las Galápagos no parecen poder permitirse sin onerosos costes a largo plazo. Tanto es así que a la misma UNESCO no le quedó otra opción que incluir el archipiélago en su lista de patrimonio en peligro.

No obstante, tanto las autoridades ecuatorianas como las internacionales se manifiestan dispuestas a conseguir la sostenibilidad de tal paraíso volcánico y marino. El presidente de la nación sudamericana ha ordenado medidas de protección a la biodiversidad, mientras que la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza ha expuesto una serie de circunstancias que deberían modificarse con urgencia. Habrá que ver su eficacia, y descubrir si el año Darwin en el que acabamos de entrar sirve también para fortalecer la consciencia medioambiental de la ciudadanía mundial. Por lo pronto, nosotros queremos aportar nuestro granito de arena y, por una vez, aconsejamos escoger otros destinos hasta que mejores garantías aseguren el futuro de las Galápagos.

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