El jardín de las quimeras

Es la época de los grandes condotieros, de las luchas e intrigas entre ellos, los papas, el emperador y los sultanes de la Sublime Puerta, cuando la aristocracia y la pujante burgesía ejercen su mecenazgo sobre gloriosas plumas y cinceles. Pier Francesco Orsini, rico heredero de una de las familias más blasonadas de Italia, encarga un jardín para su hacienda, tal y como es común entre la gente de su condición.

Sólo que Orsini no es un hombre de gusto e inclinaciones comunes.Orsini, jorobado, aficionado a la ciencia oculta, de humores melancólicos, dedicado en cuerpo y alma a su mujer Giulia Farnese hasta su temprana muerte diseña, parece que con la ayuda de Pirro Ligorio, el que llamará Bosque Sacro de Bomarzo. Según un verso labrado en un obelisco, sin ninguna otra intención que “desfogar el corazón”.

Pero ese pasatiempo consiste en un jardín hermético y laberíntico, emboscado de esculturas quiméricas y elefantiásicas. Esfinges, bocas aulladoras, tortugas, diosas de la antigüedad aguardan en sus encrucijadas, con una disposición escenográfica especialmente pensada para infundir pavor y maravilla. Los vecinos de Bomarzo le darán pronto el mal y merecido nombre de Bosco dei Mostri (Bosque de los monstruos).

Hay quien ha buscado en ese entramado una lectura escondida, una especie de clave alquímica. Otros han entrevisto la sutil humorada de un contrahecho, que se burla de la afectada simetría y armonía del arte renacentista y de los jardines de las villas vecinas. Sea como sea, invita a la fabulación la idea del jardín de Bomarzo medio abandonado, tal y como estuvo desde mediados del siglo XIX y hasta los años setenta dels siglo XX. Ese aspecto de misterioso linde entre lo imaginario y lo real, entre lo pesadillesco y lo hechizado que tanto atrajo a los surrealistas, y a sensibilidades tan decantadas hacia lo crepuscular y simbólico como Manuel Mujica Lainez, a quien llegó a inspirar una de las novelas históricas más redondas de la literatura mundial: Bomarzo.

Hoy el jardín, bastante próximo a Roma, restaurado pero aún cubierto de musgos y enredaderas y todavía propiedad privada, puede visitarse por una suma más o menos módica.  Pero si te impacienta el encuentro con sus arcanos, siempre puedes darte un garbeo virtual por la web del Bosco dei Mostri.

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