Dormir poco acelera la aparición del Alzheimer

En anteriores ocasiones ya hemos hablado de la relación entre la falta de sueño y lo perjudicial de ello para nuestro organismo; hasta ahora sabíamos que tener insomnio se asocia a un mayor riesgo de ictus e infarto de miocardio. Pero hace unos meses se publicaba un nuevo trabajo en Annals of Neurology que sugería que la falta de sueño no solo sería tan dañina como el alzhéimer, sino que dicha privación puede conducir a una mayor acumulación de proteína beta-amiloide, la proteína que da lugar a la enfermedad. O dicho en otras palabras, la falta de sueño aumentaría el riesgo de alzheimer por una mala eliminación de residuos a nivel cerebral.

Apenas existe consenso entre los científicos para concluir cuáles son las causas de que, en general, los ancianos duerman menos horas que cuando eran jóvenes. Algunos lo achacan a cambios en nuestro biorritmo; otros, a la disminución del sueño profundo debido al desgaste neuronal. Esta ausencia de la fase REM -el estado onírico donde movemos los ojos, soñamos y que representa una cuarta parte del proceso- provoca un descanso más superficial conforme envejecemos. Es decir, aumenta el número de siestas y disminuye la capacidad de dormir muchas horas seguidas durante la noche. En esto también influyen otras molestias físicas o una posible ingesta de medicamentos que dificulten un descanso adecuado.
Sean cuales sean las causas, una investigación reciente insta a los mayores a cuidar mejor sus patrones de sueño. Los departamentos de neurología de diversas universidades estadounidenses lo han confirmado: dormir poco equivale a acelerar un posible proceso de demencia en nuestro organismo. Los resultados obtenidos en el estudio publicado por Science confirman que unos hábitos de descanso saludables ayudan a preservar la salud mental. De lo contrario, la aparición de enfermedades como la demencia o el Alzheimer puede acelerarse rápidamente.

El estudio se realizó con ratones de laboratorio y humanos. Los neurólogos descubrieron una correlación entre la falta de sueño y la aparición de una proteína denominada “TAU”. Se trata de una sustancia clave en determinados procesos neurodegenerativos. Los científicos creen que influyen en el principal componente de las placas seniles, beta-amiloide, presente en todos aquellos pacientes que sufren alzheimer, como ya hemos comentado al principio del artículo. Todos solemos tener cantidades moderadas de esta proteína en nuestro cerebro. Sin embargo, los encargados del estudio concluyen que las cantidades de tau aumentan exponencialmente sin unos hábitos de sueño adecuados.

“Lo interesante de este estudio es que apunta a que hábitos como el sueño podrían afectar a la velocidad con la que esta enfermedad se extiende a través del cerebro”, declara el neurólogo David Holtzman. Ya sabíamos que los problemas de sueño y el Alzheimer se relacionaban a través de beta-amiloide, pero este estudio demuestra que la falta de sueño provoca que la proteína tau se desarrolle rápidamente”, añade.

Durante el desarrollo del experimento, los científicos descubrieron que los niveles de tau en ratones aumentaban exponencialmente si se perturbaba su descanso diurno. Es decir, el equivalente a las siestas ligeras con las que los ancianos sustituyen ese sueño profundo que no logran conciliar por las noches. Tau comienza su desarrollo en el hipocampo y en la corteza entorrinal -estructura que coordina la memoria y la orientación- para posteriormente extenderse a las regiones restantes del cerebro.

“Aún no podemos confirmar si un sueño adecuado puede proteger a la gente mayor del Alzheimer”, confiesa Holtzman, “pero los datos sugieren que podría retrasar e incluso desacelerar el proceso en caso de que haya comenzado”, concluye.

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