Don de lenguas

Existe un rasgo de nuestro planeta en el que muchas personas no reparan y en el que posiblemente no se invierta ni una infinitesimal parte de lo que sería necesario para su preservación. La Convención para la Salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial de la UNESCO en 2003 ya hizo hincapié en la necesidad de proteger la diversidad lingüística, amenazada por una veloz uniformización, canibalizada día a día por el presunto avance del progreso y de la homogeneización de las culturas, los mercados y los sistemas.

No existe un censo absolutamente preciso de las lenguas todavía vivas y de las que desaparecen cada mes, pero el ritmo de declive es implacable, y de las más de 5.000 que contarían con hablantes a día de hoy, más de la mitad estarían amenazadas de extinción. Los imperativos económicos y sociales que inoculan la vergüenza en el propio hablante de una lengua minoritaria o acosada, la interrupción de la transmisión oral, la destrucción del medio tradicional y desarraigo de sus usuarios y las medidas represivas de gobiernos de todo pelaje son algunos de los principales obstáculos para asegurar su continuidad.

En una parte importante, la diversidad lingüística se asienta en pequeñas lenguas indígenas de espacios culturales muy fragmentados, como elAmazonas, Papua Nueva Guinea o Méjico. Pero también en Europaexiste una cantidad nada desdeñable de idiomas estigmatizados, sin reconocimiento de ningún tipo, históricamente perseguidos y para los que se augura un futuro nada halagüeño.

Para despertar la conciencia sobre ese catastrófico empobrecimiento de la cultura humana y convidar a todos los hablantes a conservar su propio idioma, máxime si se pertenece a una comunidad reducida, se instauró en 2001 un Día Internacional de la Lengua Materna, que se celebra cada 21 de febrero. En añadidura, 2008 fue el Año Internacional de las Lenguas según proclamó la Asamblea General de las Naciones Unidas, de modo que se reforzarán los programas e iniciativas para fomentar el multilingüismo.

Pero como el mantenimiento de la biodiversidad o la lucha contra el deterioro medioambiental, esta es una tarea en la que el viajero tiene también un papel de responsabilidad. De hecho, dado que el turismo puede llegar a ser un factor desequilibrante, corresponde al viajero mostrar interés y encomiar el uso de las lenguas autóctonas y mostrarse combativo ante situaciones de marginación de minorías. Y, por supuesto, entender que cuando una persona nos habla en su tierrra en una lengua que no es la suya está teniendo una cortesía con nosotros, que ocupamos un papel de huéspedes que hay que saber honrar. Las actitudes prepotentes o despreciativas de tantos hablantes de lenguas muy extendidas -que ni tan siquiera hacen el esfuerzo de aprender algunas expresiones básicas o mostrar algo humildad- para con nativos de una pequeña lengua son uno de los rostros más odiosos para cualquiera que ame la diversidad del viajar.  Ayudar a transmitir, cultivar y respetar son pues algunas de las claves más elementales para no despilfarrar una riqueza que también nos pertenece.

Más información en la web de la UNESCO

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