Dinero rápido, ¿dinero seguro?


Aunque con los años hemos aprendido a manejar nuestros recursos y a guardar algunos ahorros, siempre pueden surgirnos imprevistos, necesidades apremiantes o  el deseo irresistible de satisfacer una ilusión largamente aplazada. Y en cualquiera de esas circunstancias, para obtener ese dinero que no tenemos o del que no podemos disponer de un día para otro, quizás consideremos la posibilidad de pedir un préstamo.


Hace unos años la concesión de un préstamo podía parecer un proceso complicado e incierto. Pero de un tiempo a esta parte han surgido numerosas empresas que se dedican a facilitar pequeñas sumas de manera rápida y sin demasiados requisitos. No obstante, su publicidad, omnipresente por ejemplo en la programación televisiva matinal, hace escasa mención a las contrapartidas de sus servicios: unos intereses realmente altos así como abundantes cláusulas en letra pequeña que suelen incluir primas de seguro, cuotas de cancelación y otras obligaciones indeseadas. La velocidad de tramitación puede tener así un precio mucho mayor del imaginado. Conviene por tanto ser cautelosos y leer con atención los contratos para no vernos en un mal paso.


Por fortuna, atentos a esa demanda en el mercado, las entidades financieras tradicionales están respondiendo con sus propios préstamos ágiles. Las características –confidencialidad, flexibilidad- son parecidas, pero con algunas notorias ventajas. El principal esfuerzo de bancos y cajas al lanzar estos productos ha ido encaminado a ofrecer una mayor transparencia, a eliminar condiciones y cuotas dudosas y a dar a sus clientes la confianza y la seguridad que su trayectoria pública exige.

Entre sus claves encontramos unos intereses más bajos dentro de mercado y las mayores garantías que una entidad solvente y reconocida puede dar.  Porque hay que tener en cuenta que la estricta regulación estatal a la que las entidades bancarias de siempre se ven sometidas evitar cualquiera de las prácticas abusivas que a menudo se han registrado en esas entidades de crédito más desconocidas.


Un regalo de aniversario, un viaje, una reforma soñada… Cualquier dinero prestado debería proporcionarnos la certeza de que nos va a suponer más satisfacciones que penalidades y que su devolución no se convertirá en un trago amargo. Por eso merece la pena sentarse a reflexionar quien nos va a ofrecer el mejor trato y cuánta seguridad emana de cada opción.

 

Comentarios

Deja un comentario