Creencias de familia

Por ejemplo, tenemos la generalización que pretende que “se quiere a todos los hijos igual”. Muchos especialistas en psicología familiar matizan: a los hijos se les puede querer lo mismo, pero ese afecto se suele manifestar de formas distintas. Algo que además es lo correcto, pues supone no aplicar una regla uniforme, sino entender la especificidad de cada vástago y la educación y cariño preciso que cada uno de ellos requiere. Tampoco resulta justo cargar a las madrastras con el sambenito de desdeñosas y malvadas. Con las normales excepciones, los datos demuestran que la mayoría de ellas desempeñan con dedicación sincera su papel sustitutivo.

¿Y qué decir de los tópicos sobre los hijos de padres separados? Lógicamente la separación puede exponer a un niño a carencias afectivas, a sutiles manipulaciones y a que se sienta campo de disputa entre dos padres egoístas. Pero si éstos consiguen sobrellevar la situación de una  forma mínimamente civilizada, será mucho mejor para el hijo que crecer en un hogar preñado de discusiones, gritos y desavenencias: una vez asumida la imposibilidad de convivencia, los hijos acaban sintiendo esa separación como un alivio.

Tampoco resulta justo juzgar a los hermanos por la posición que ocupen en el orden de nacimiento. Ni considerar a todos los hijos únicos caprichosos y consentidos: algunos estudios indican que precisamente el hecho no ser el único referente infunde en muchos de ellos un fuerte sentimiento de responsabilidad a la hora de cumplir con las expectativas paternas.

La relación con la familia política, especialmente con suegros, cuñados, yernos y nueras, es uno de los temas más controvertidos. Algunos psicólogos, no obstante, advierten: una buena o incluso una excelente relación no significa confundir los roles. Un cuñado no es un hermano y un yerno no es un hijo. Adoptar ese punto de vista puede llevar a malentendidos, confusiones o tensiones. En una familia cada uno tiene su papel y es un error querer reemplazarlo.

…Aunque en ocasiones no quede otro remedio: el caso de los hermanos mayores que adoptan actitudes muy protectoras o paternales con sus hermanos pequeños. Un hecho común en familias en las que ha faltado el padre o la madre. Sin embargo, un hermano ha de comprender que quienes le siguen deben hacer sus propias exploraciones y encontrar su propio camino, sin que su experiencia pueda servir de sucedáneo y ellos de figura paterna.

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