Con el alma de hielo

Empezaremos viajando al llamado ‘sexto continente’, la Antártida (sobre el que se encuentra el Polo Sur), el cuarto más extenso del mundo -14 millones de Km2- y aún así uno de los pocos lugares de la Tierra aún virgen, con parajes espectacularmente áridos y canales repletos de hielo, sin población humana permanente, y aún así se está convirtiendo en uno de los destinos turísticos más llamativos para aquellos enamorados de la aventura y la naturaleza. La temporada turística antártica comienza a fines del mes de octubre y termina a finales del mes de marzo, unos meses en los que diferentes cruceros permiten cruzar una de las ‘últimas fronteras’ de nuestro planeta.

Si lo que te gusta es disfrutar de un ambiente gélido sin tener que llegarte hasta el fin del mundo, es probable que la opción de alojarte en un hotel de hielo sea tu alternativa. Es posible encontrar distintos enclaves (siempre llenos de encanto) con este tipo de ‘hoteles iglú’, excepcionales construcciones que permiten todo un despliegue artístico, aunque de carácter efímero ya que su existencia se limita a la estación invernal y desapareciendo con la llegada de la primavera. El encanto de estos alojamientos no sólo los encontramos en sí mismos sino también en el lugar en el que se encuentran, ya que suelen estar situados en enclaves estratégicos, parajes invernales más extraordinarios llenos de encanto.

Nuestra primera parada y fonda la haremos en el norte del continente americano, en la ciudad canadiense de Quebec, donde se encuentra el Hotel Glace Quebec. No sólo está construido en hielo, sino que también es el hielo el material con el que está decorado combinando esculturas de hielo y la iluminación de colores. Además de ofrecer una amplia propuesta en actividades invernales, cuenta también con una capilla también de hielo en la que poder celebrar una ceremonia de matrimonio tan singular como fría.

Ya en Europa nos dirigimos a los países nórdicos (que mejor lugar o al menos más lógico para un hotel de hielo). En la zona más al norte, en Laponia, encontramos el Hotel Kakslauttanen, que ofrece dos tipos distintos de ‘iglú’, una de hielo (para los más osados) y otra de cristal, más cálida y confortable y que permite disfrutar del increíble espectáculo de las auroras boreales. Además, para dar tregua al frío, cuenta con la sauna de vapor más grande del mundo, en cuyo interior incluso encontramos su propio restaurante.

En Suecia encontramos otro de estos espectaculares hoteles de hielo, el Jakkasjärvi, el pionero de los hoteles de hielo y probablemente el más grande de todos. Cada año es reconstruido cuando llega el invierno, momento en el que también llegan hasta el lugar un nutrido grupo de artistas que dejan sus mejores obras escultóricas esculpidas en hielo. También cada año los artesanos de la zona del lago Balea, en Rumanía ‘reconstruyen’ el Hotel Balea Lake al que solo es posible acceder en teleférico.

Aún quedarían algunas opciones más como los iglús whitepod en Los Alpes (Les Cerniers) o el el Kirkenes Snowhotel en Noruega, pero si queremos algo más cercano no tenemos más que ir a Andorra donde encontraremos el Iglú Dorf, en la estación de esquí de Granvalira, a 2.300 metros de altitud.

Pero si la experiencia de pasar alguna noche en uno de estos iglús nos resulta un poco excesiva, siempre podemos optar por simplemente tomarnos una copa en un bar de hielo y eso sin salir de nuestras fronteras, ya que tanto Madrid como Barcelona cuentan con sendos locales en los que el hielo en la bebida apenas es necesario. En nuestro país el pionero ha sido el Icebarcelona, en la Playa de Somorrostro, inaugurado en 2007 y que hoy es todo un clásico de la Ciudad Condal. Además de tu copa, servida en vaso de hielo, lógicamente, te proporcionan ropa de abrigo –chaqueta y guantes- para aguantar el frío (normalmente no se superan los tres cuartos de hora), aunque cuando los dientes ya te castañeen, podrás recuperarte en su terraza con vistas al mar.

En 2010 abrió en pleno centro de la capital el primer bar de hielo de Madrid, el Ice Bar (calle Alberto Bosch, 14), justo detrás del Museo del Prado, donde (incluso en pleno verano) apenas se llegan a los 8 grados bajo cero entre más de diez mil kilos de hielo en forma de esculturas.

Este ‘fenómeno’ de los bares de hielo se viene extendiendo desde el 2009 por todo el mundo, normalmente ubicados además, en las zonas más exclusivas de diferentes ciudades del mundo: Milán, París, Londres, Ámsterdam, Ciudad del Cabo, Montreal, Shanghai, Viña del Mar y Ciudad de México.

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