Comarcas con encanto I: el Berguedà

Sita en el corazón de Cataluña, la comarca de Berguedà ha sido más lugar de paso hacia las estaciones de esquí andorranas y las casas de veraneo de la Cerdanya que de largas estancias.

Y con excepción de su multitudinaria fiesta de La Patum y las caravanas de recolectores de setas que llegan a ella por otoño, ha sido objeto de una discreta atención por parte de los viajeros. Pero sus valores paisajísticos y patrimoniales dan para mucho más, por lo que bien merece la pena rendirle una visita más detenida.

Con una historia convulsa, de las revueltas carlistas a las colectivizaciones anarquistas, los vestigios del pasado se encuentran por doquier. Entre sus monumentos destacan el prerrománico de Sant Quirze de Pedret, con sus deslumbrantes frescos interiores (hoy replica de los originales que están en el MNAC) o la espectacular planta románica de Sant Jaume de Frontanyà, entre otras bellas iglesias. Aunque uno de los atractivos más peculiares de la región sea su legado industrial: las 15 colonias textiles de la ribera del Llobregat, alguna de las cuales se remonta al siglo XVIII y que conservan las hermosas mansiones de los propietarios o las viviendas de los obreros y las explotaciones de carbón que hoy pueden conocerse gracias al Museu de las Mines de Cercs, con un recorrido en tren por el interior de una de sus galerías.

Además, el trazado medieval de Berga, Casserres o Bagà, las muestras de arquitectura tradicional de lugares como Castellar de N’Hug, el “jardí de Ca’l Artigas”, diseñado por Gaudí en La Pobla de Lillet o la increíble fábrica de Cementos Asland son otros puntos que no habría que pasar por alto.

Sin embargo, es la naturaleza prepirenaica y muy variada la que más admiración despierta entre los visitantes. Con el indiscutible hito delPedraforca -la montaña más conocida de Cataluña con permiso del Canigó y del macizo de Montserrat- el parque del Cadí es un festín para los excursionistas.
Pero no es el única atracción al aire libre que encontraremos: la Serra d’Ensija con la antigua pista de esquí de Rasos de Peguera, la Serra de Queralt, con sus frescos merenderos en fuentes naturales, su Santuario y unas vistas que en días claros permiten ver los confines de la depresión central catalana o la riera de Merlès, adecuadísima para el baño en sus pozas configuran unas posibilidades que en los últimos años han dado gran relieve al sector de los deportes de aventura.

A todo ello hay que añadir una gastronomía de primera magnitud, que más allá de las ubicuas setas cuenta con productos autóctonos como los guisantes negros o algunos de los mejores embutidos del mundo y un reguero de fiestas genuinas, de la ya mencionada Patum a residuos pre-cristianos como la Fia-Faia de Bagà i Sant Julià de Cerdanyola, la festa de segar i batre en Avià o los divertidos Elois bergadanes, en los que una procesión de caballos desfila mientras los vecinos vierten encima de ellos, sus jinetes y todo aquel que ose transitar por la calle cubos y palanganas de agua bien fría.

Motivos más que sobrados para que estrene esta serie de comarcas con encanto de Europa que extenderemos en entregas sucesivas.

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