Ciudades abandonadas

Aunque no es un recorrido al uso, proponemos, en esta ocasión, la visita de una serie de ciudades de extraño carácter. Acostumbramos a valorar la viveza de las grandes metrópolis, los ocultos rincones de los más famosos zocos, o la tranquilidad de apacibles parajes naturales. Sin embargo, hoy os proponemos acudir al encuentro de la huella del paso del tiempo sobre nuestra propia civilización. Aunque irónico, el devenir de las épocas demuestra, en cierto modo, la nimiedad del ser humano frente a la devastadora naturaleza; poco puede hacer el hombre ante el abandono y la caída en el olvido sus propias construcciones, por lejanas o cercanas que estas sean.

Partiendo de dicho abandono, os invitamos a un paseo por extravagantes lugares, hoy en el más absoluto vacío, fruto de la codicia y de las ansias de magnanimidad de diversas civilizaciones.

En primer lugar, nos trasladaremos a la isla Hashima, muy cerca de la ciudad de Nagasaki, en Japón. A finales del siglo XIX, la empresa Mitsubishi decide construir una de las ciudades con mayor densidad de población del mundo en esta minúscula isla, con la intención de explotar un importante yacimiento de carbón. Tras casi un siglo de explotación, en el año 1974, se decidió deshabitar la isla ante la caída de la rentabilidad del negocio. Esta paisaje apocalíptico, transformado por la acción del mar, ha servido de marco para películas como Skyfall, última entrega de James Bond.

Otro importantes ejemplos de ciudades fantasmas son Pripyat, en Ucrania -donde cincuenta mil habitantes fueron evacuados hace 22 años, en menos de tres horas, tras la explosión de Chernóbil- o el monumento búlgaro de Buzludzha, proyectado máximo exponente del poder soviético.

Acostumbrados a deambular entre los vestigios de civilizaciones pretéritas -templos griegos, pirámides egipcias o antiguas iglesias- parece una broma, para quienes nacimos en el siglo XX, que nuestras vivencias se hayan ya convertido en historia; que nuestra arquitectura abandonada sea testigo de una situación económica, de un devenir político y de una realidad que, a fin de cuentas, ya sólo existe para quien la visita.

Foto: Carl Montgomery

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