Bayona, una ciudad de mar

El 1 de marzo de 1493 llegó a este puerto la Pinta, capitaneada por Martín Alonso Pinzón, convirtiendo a esta villa en la primera de toda Europa en conocer la noticia del Descubrimiento de América. Con la conmemoración del V Centenario del Descubrimiento, se construyó una réplica de la embarcación que permanece amarrada en uno de los muelles. En su interior tiene un museo colombino, intentando recrear la nave tal y como llegó al puerto.

Es un verdadero placer pasear por su centro histórico, declarado de interés historico-artístico en 1993, recorriendo sus calles empedradas, repletas de antiguas casonas señoriales. También es interesante la iglesia de Santa María, construida en el siglo XIII, que tuvo la categoría de colegiata desde 1482, bajo el mandato del obispo Diego de Muros, hasta 1850. De planta basilical de tres naves, con techo de madera a dos aguas, cada una de las cuales se encuentra dividida en seis tramos. Los tres ábsides rectangulares se cubren de bóvedas de cañón apuntadas.

Destaca la sencillez de la fachada, propia del austero estilo cisterciense, con un gran rosetón en la parte superior. Completan el conjunto las dos torres laterales, una de las cuales no se terminó de construir.

Otro de los lugares que no nos podemos perder es el Castillo de Monterreal, ahora transformado en el Parador de Bayona. Esta villa siempre gozó de los favores de la Corona. Ante las incesantes incursiones piratas a que estaba sometida esta zona de la costa gallega, los Reyes Católicos, a principios del XVI, decidieron reformar la antigua fortaleza del Monte Boi para la defensa de la villa. Actualmente conserva sus murallas y algunas de sus torres. Desde este lugar, situado sobre una península, en la que estuvo el primer asentamiento de la ciudad, se disfrutan unas estupendas vistas de las Islas Cíes.

Y porque la gastronomía también importa, no podemos dejar de visitar, deleitándonos con los deliciosos platos de la tierra, restaurantes tan importantes como El Pazo de Mendoza, Rocamar o Mosquito. Sin duda, el marisquito de la ría junto con un buen albariño serán el broche de oro a una visita maravillosa.

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