Artesanos del plástico

El diseño italiano tiene merecida fama de ser capaz de producciones a la vez bonitas y económicas, ingeniosas y prácticas, pero también elegantes. Algunos de sus grandes inventos, como la vespa, sintetizan esa esencia industrial.
Pero convertir un material tan aparentemente innoble como el plástico en un objeto codiciado de decoración es un reto de marca mayor. Y ese fue el que asumieron los responsables de Kartell, fundado por el ingeniero químico Giulio Castelli en 1948, cuando aquella tarea era verdaderamente pionera.

Facilitar la vida del ama de casa con objetos ligeros, útiles y económicos fue su primera ocupación: menaje del hogar como cubos de basura o escobas figuraban en sus primeras gamas. Sin embargo, pronto se abrieron otras líneas de negocio. Ya en 1964 produjeron la primera silla enteramente de plástico del mercado, y en adelante buscaron avanzar por ese firme, hasta que en 1999 produjeron uno de los iconos de decoración del siglo XX: la silla Marie: hecha con plástico transparente.

Sin perder jamás la perspectiva de buena gestión comercial que les ha llevado a no dejar de tener beneficios en ningún ejercicio, por sus talleres han pasado algunos de los grandes nombres del diseño internacional como Urquiola, Citterio o Phillip Starck, mientras que el actual director de Kartell, Claudio Luti, formado en Versace y en el mundo de la moda,  ha sabido pulsar las teclas adecuadas para satisfacer a un cliente a quien no le importa pagar un dinero justo por tener un artículo de primera categoría, pero que busca también innovación y originalidad.
Pero la clave de la formula ha consistido también en no caer en la trampa de ceñirse a productos muy artesanales y de producción muy costosa, algo que ha acabado por ser el callejón demasiado angosto en el que han perecido prestigiosas marcas de muebles.  El desafío era mantener clara la identidad industrial de Kartell, con costes de mano de obra no demasiado elevados  y prestigiarla con muebles más creativos, estéticamente más atractivos y mejor acabados, de calidad irreprochable sin llegar a ser nunca exclusivos o prohibitivos.

El resultado es que sus muebles se venden hoy en más de 100 tiendas propias y más de 4.000 multimarca, y esos sin dejar de ser una empresa familiar y además que ha resistido la tentación de la deslocalización, con lo que puede seguir presumiendo de italianidad. Eso éxito de distribución, -cuántos grandes productos no se mueren porque nadie sabe que existen y no llegan al comprado- y de promoción ha convertido en Kartell en un arquetipo de la decoración moderna. O posmoderna, si nos ponemos filosóficos, porque si algo caracteriza a la marca es que no tiene un estilo definido, sino muchos estilos y caracteres distintos que casan de maravilla con ese principio que desarrolló el descubrimiento del plástico y que citábamos al principio: su enorme versatilidad.

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