Animar a la lectura

Entre las miles de actividades que nos inventamos para entretener estos días a los más pequeños de la casa, es posible que ni se nos haya ocurrido invitarles a leer un libro e incluso, dependiendo de su edad y disposición, un periódico. Sin embargo, cuando un niño -o un adulto- descubre el placer y el entretenimiento de esa infinita fuente imaginación que son los libros, desarrolla también un hábito que, previsiblemente, le acompañará el resto de su vida.

Los libros son fuente de conocimiento, origen de debate, transmisores de valores, vehículos de libertad y los perfectos propulsores de la universalidad de los conocimientos. Pero parece que, en pleno siglo XXI, no están precisamente bien valorados por nuestros niños y jóvenes; un problema que posiblemente se proyecta también en las escuelas.

La pregunta es, ¿tiene solución? Pues bien, lo cierto es que sí; sin embargo, como casi todo en esta vida requiere cierto esfuerzo. Lo primero que hay que preguntarse es si los adultos que conviven con los chicos -sus padres, sus abuelos- son o no lectores habituales. Si lo son, la mayor parte del camino ya está labrado, los niños son imitadores por naturaleza y si ven a sus padres disfrutar con algo, no dudarán en intentar hacer lo mismo.

Regalar libros, dedicar un pequeño rato diario a esta afición o premiar las hazañas del pequeño con un rato de lectura compartida son otras buenas ideas para iniciarles en el amor a la lectura. El verano es una época excelente para hacerlo, ya que tanto mayores como pequeños disponemos de más tiempo para dedicarlo a pequeños placeres, como sin duda son las letras.

Del mismo modo, es fácil incentivar la lectura de prensa escrita, como bien describe un interesantísimo artículo publicado recientemente por el diario ABC.

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