A todo carrete

“Los hombres nacen, crecen y entonces pescan” dice un chascarrillo de los aficionados a esta antigua disciplina. Lo cierto es que quienes se sienten atraídos por ella son capaces de recorrer grandes distancias, correr algunos riesgos y gastar buenas sumas de dinero por cultivar una pasión que puede ser muy absorbente.

Porque aunque haya una fracción nada desdeñable de pescadores para los que la actividad tenga una parte de interés económico (proporcionarse el propio sustento), hay otra que se lo toma mucho más como un deporte u ocio en el que no importa tanto el resultado como el mismo proceso. Y en él, están dispuestos a aflojarse el cinturón todo lo que haga falta.

Por eso, los más desahogados anhelan visitar algunos de los paraísos de la pesca deportiva, que llevan a cabo desde lujosos yates y embarcaciones o bien estancias en exclusivos hoteles de regiones costeras. A este prototipo de turismo dan respuesta lugares como Mazatlán, en la costa del Pacífico mexicana, los cayos de Florida, los arrecifes coralinos de las Bahamas, las costas de Namibia o lugares directamente paradisiacos como las Islas Mauricio y las Maldivas.

Eso en lo que concierne a la pesca de altura. Si de pesca en aguas dulces hablamos, los ríos de las tierras altas escocesas o, sin irnos tan lejos, los asturianos, figuran entre los más apreciados.

Con todo, para aquellos verdaderos entusiastas que sin reparar en gastos buscan los horizontes más vírgenes y remotos, los Shangri-las de la pesca, existen otras opciones. Por ejemplo, remontar el río Ponoi, en la península rusa de Kola, para apresar salmones en sus aguas, las consideradas más productivas del género en el mundo. O bien atravesar la inmensa Patagonia hasta alcanzar la Tierra de Fuego para tirar la caña en las vecindades del Rio Grande: algo así como la última frontera piscícola.

Aunque también es posible que nos encontremos con otro tipo de aficionados más centrados en conseguir equipos de ultimísima generación que los mejores destinos para ponerlos a prueba. Y también en este caso, los bolsillos pueden dar de si todo lo que se quiera. Los japoneses figuran entre los más expertos fabricantes de productos exclusivos y limitados para la pesca. Daiwa, por ejemplo, puso a la venta su modelo Mugen Shiipou Ishidai, hecha a mano, con asidero de piel de raya, remates en cedro y el nombre del cliente grabado en oro. El precio: unos 8.000 Euros en su momento.

De ahí para abajo, no habrá dificultades para encontrar materiales de primera por montos más discretos. Eso sí, no hay dinero que pueda comprar la paciencia, la técnica y la suerte que convierten a un pescador en un verdadero iniciado en los secretos de su arte.

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