A la luz de las velas

Luz y aroma. Dos conceptos fundamentales a tener en cuenta para la decoración y la ambientación de nuestra casa, y un modo de obtenerlos es a través de las velas, una excelente opción para decorar cualquier rincón o estancia de nuestra casa: desde el salón a los baños, pasando por dormitorios, terrazas…

Las velas de cera tradicionales, por su naturalidad, por su calor y su aroma resultan sumamente atractivas, hipnóticas con el destello de su llama… Muy bonitas pero con algunos inconvenientes: hay que tener mucho cuidado (con niños son muy peligrosas) y tener la precaución de no olvidarlas dejándolas encendidas, se apagan con cierta facilidad, se acaban en el momento menos oportuno, nada de colocarlas encendidas en estanterías… Una solución pueden ser unas velas de luces led que su parte exterior está hecha de cera para obtener una apariencia más natural, pero funcionan con baterías (no tienen cables) y duran miles de horas.

Una vieja lata de metal, unos frascos de cristal, cintas, pegatinas, conchas, algo de tierra…. Y un poco de imaginación (propia o inspirada en decenas de webs) nos permitirá exponer nuestras velas de una forma original y personal. Pero si aún queremos rizar más el rizo, podemos no sólo ‘tunear’ las velas, sino hacerlas nosotros mismos… Comenzaremos por los materiales a emplear. Aunque existen velas a base de de gel o de cera de abeja, lo más común es la parafina (hidrocarburo derivado del petróleo), que podemos adquirir en los establecimientos dedicados a la artesanía y manualidades. Para derretirla lo haremos siempre al ‘baño María’, empleando cacerolas o latas de metal, preferiblemente alguno viejo que no empleemos, ya que los utensilios que empleemos no pueden luego volver a usarse para la elaboración de alimentos. Hay que tener en cuenta que no alcance los 150°C, ya que a esa temperatura la parafina se prende fuego espontáneamente. Iremos removiendo con revolviendo constantemente con una cuchara de madera. Cuando hemos logrado que la parafina esté en estado líquido podemos agregarle alguna esencia (para que al quemar perfume la estancia) y también algún colorante (la parafina por sí sola es de color blanco), teniendo en cuenta que el color que observemos mientras la mezcla esté aún caliente es más oscuro que el que queda una vez fría la vela.

Con la parafina diluida el siguiente paso es ya verterla en un molde. Éste puede ser de metal, de plástico, de acrílico, de pvc, o incluso improvisar uno con algún recipiente o elemento que tengamos en casa como vasos o recipientes de yogures, etc., siempre que resistan el calor. Antes de verter la mezcla aplicamos un desmoldante (puede ser simplemente aceite de cocina o vaselina para que cuando se enfríe poder desmoldar fácilmente la vela) y colocamos la mecha o pabilo, que debe tener un grosor en proporción al tamaño de la vela para que arda correctamente, ya que una mecha demasiado fina producirá una oquedad en la vela, mientras que una excesivamente gruesa la llenaría de hollín. Es importante que la mecha quede lo más recta posible. Para ello una fórmula es colocar en el molde una pequeña varilla o aguja de tejer fina que extraeremos cuando la vela esté fría, dejando un orificio que atraviesa la vela y en el colocaremos la mecha (impregnada de parafina). Ya por fin vertemos la parafina caliente y dejaremos enfriar hasta que esté bien dura.

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