Treinta años escribiendo sonrisas

Estamos seguros de que, hace 30 años, cuando Scott E. Fahlman utilizó por primera vez el Smiley no era en absoluto consciente del éxito que iba a tener su creación y mucho menos de su trascendencia. En su origen, este joven profesor ideó una forma de distinguir los mensajes serios de los jocosos, utilizando dos combinaciones de símbolos -que evocaban una cara sonriente y una triste- hoy bien conocidas por todos.

Gracias a este sistema, Falhman logró clarificar los textos que se escribía con sus colegas a través de los Boletines on-line del Carnegie Mellon, en los que a menudo era difícil distinguir el tono, dando lugar a interminables discusiones que se alejaban del punto inicial de debate.

El primer Smiley de este profesor de ciencias de la computación se envió el día 19 de septiembre, a las 11:44 horas, y con él se abrieron las puertas a una forma de comunicación escrita, probablemente revolucionaria porque su desarrollo ha permitido que, en buena medida, se puedan transmitir sentimientos, actitudes o emociones antes ajenas a los mensajes de texto de corta duración.

La historia de los emoticonos ha tenido varios hitos en internet, tras el éxito de la experiencia de Falhman pronto se instauraron en la red, cobrando especial importancia en programas como MSN Messenger de Microsoft, donde las actualizaciones de los emoticonos llegaron a dar lugar incluso a imágenes en movimiento.

Hoy en día están presentes en las redes sociales; es corriente usarlos en los mensajes de texto y, cómo no, son una de las herramientas más utilizadas en Whatsapp. La aplicación para instalarlos en los teclados de los Smartphones -Emoji free- es una de las más descargadas de la red, e incluso circulan algunos juegos basados en descubrir los conceptos que surgen de la combinación de varios de estos entrañables símbolos.

En resumidas cuentas, podría decirse que los emoticonos se han convertido en una parte importante de la comunicación contemporánea, algo que para las nuevas generaciones forma parte de su propia cotidianidad. Nosotros, que los hemos visto nacer y evolucionar, les deseamos larga vida y, cómo no, :-).

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