Té, antídoto natural

Aunque se denomina con la palabra té todo tipo de infusiones y tisanas naturales, originalmente sólo lo son aquellas que proceden de la Camellia Sinensis, o planta del té. Siendo ésta una de las bebidas con más tradiciones alrededor de su ingesta desde que fuera descubierta 3000 años a.C por un emperador chino. Tanto por su carácter social como por sus cualidades beneficiosas para la salud, no es de extrañar que sea, solo por detrás del agua, la bebida más consumida del mundo.

Si bien se estima que existen unos tres mil tipos diferentes de esta infusión, se considera que todas derivan de cinco: el te rojo, negro, verde, azul o blanco. En función de la altura y edad de las hojas que se utilicen para su preparación dará a lugar a cada uno de estos tipos de té, con distintas cualidades. Por este orden, las hojas enteras y pequeñas junto con los brotes de las plantas son los que tienen más calidad, después las hojas rotas y, finalmente, las pulverizadas.

El proceso de elaboración también influye determinantemente en la consecución de un tipo u otro de té. En este sentido, a través de la fermentación espontánea –las hojas verdes se oscurecen- se obtendrá el té negro, uno de los más estimulantes y diuréticos; si se trata de una semi-fermentación, el azul; para conseguir el té verde será necesario que no se oxiden las hojas y se calientes; el rojo se alcanza con doble fermentación; y, por último, el blanco prescinde de todos estos procesos porque proviene de los brotes de la planta.

Si bien cada té se suele aplicar con un objetivo, todos comparten una serie de cualidades nutritivas, antioxidantes -vitaminas y polifenoles, entre otros-, importantes cantidades de minerales, algunos de ellos sólo presentes en el té como el selenio o el manganeso, y teína, con propiedades estimulantes, que los hacen aconsejables para ayudar a perder volumen, como estimulantes y en el tratamiento de algunas patologías.

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