Propinar la propina, válgame la redundancia

El origen de la propina, etimológicamente hablando, está en propíneim cuyo significado era ”beber a la salud del otro”. El término en latín propinare conservó el mismo sentido pero añadiendo la convidada ajena y, actualmente, la Real Academia la define como ”Agasajo que sobre el precio convenido y como muestra de satisfacción se da por algún servicio” y ”Gratificación pequeña con que se recompensa un servicio eventual”.

Los historiadores datan de la costumbre moderna de dar propina en la Inglaterra del S. XVII cuando los taberneros dejaban una lata encima de la barra para que los clientes dejasen unas monedas, lo que ahora vemos como el mítico ”bote” cuyo continente puede ser de lo más variopinto.

Estudios y encuestas se han realizado para este fenómeno de lo más habitual en nuestro país, casi obligatorio en países como EE.UU. y curiosamente ofensivo en China o Japón. En España, gran parte de los consumidores se sienten obligados a dejar propina y otros muchos no saben qué cantidad dejar ya que se corre el riesgo de quedar como tacaños o, en caso contrario, derrochadores. Es una situación complicada a no ser que recibamos un servicio fantástico y queramos premiarlo o en su defecto pésimo y no sea de nuestra voluntad recompensar.

Los expertos en el tema, y es que los hay, aconsejan dejar entre un 10% y 15% del importe o incluso que este suplemento, juez de servicio, vaya incluido en la factura. Lo que no es recomendable es aprovechar la ocasión para deshacerse de la calderilla y mucho menos dejar monedas de escaso valor.

La costumbre de dejar propina varía en cada país, desde aquellos que la incluyen en la cuenta a los que no las permiten por ley. Por ese motivo, cuando vayamos a un lugar de hábitos desconocidos lo mejor será preguntar a un nativo para saber a qué atenernos.

 

Comentarios

Deja un comentario