¿Por qué nos vamos por las ramas?

Es muy habitual que las personas mayores nos recreemos en detalles superfluos a la hora de narrar una historia. A veces para contar algo tan concreto como que hemos bajado a comprar el pan, necesitamos previamente remontarnos casi “hasta los fenicios” para poner bien en situación al interlocutor; y cuántas otras veces, nos alargamos tanto en dar la respuesta a una simple pregunta, que quien nos está padeciendo escuchando tiene que reprimir las ganas de soltarnos un “Por favor, cíñase a la pregunta”. Pues bien, toda esta verborrea tan habitual en la tercera edad, tiene una razón científica. Según un estudio llevado a cabo en la Universidad de Edimburgo, y que publica Cognition, tras unas pruebas auditivas y visuales han observado que proporcionar al oyente detalles irrelevantes aumenta a medida que envejecemos.

Aunque parezca que el aislamiento que producen los teléfonos móviles y la televisión amenacen con la extinción de las conversaciones entre humanos, la realidad es que aún hay esperanza en nuestra cultura que, afortunadamente, aún es pródiga en tertulias. Podemos ver claramente en cualquier reunión familiar, que además de una ligera división conversacional por sexos, también es muy habitual la agrupación por edades; tenemos la creencia que la causa es porque nada tienen que ver nuestras “batallitas”, ni nuestras zarzuelas con sus festivales, ni haber hecho la mili es comparable a un Erasmus; pero la realidad es bien distinta y los estudios hablan por sí solos: en un centenar de personas de entre 17 y 84 años esta separación generacional a la hora de charlar se debería también a cierta pesadez o verborrea de las personas mayores. Primero rastrearon la inhibición: la capacidad de centrarse e ignorar información superflua. Luego supervisaron la conmutación: la capacidad de cambiar el foco entre dos sonidos y filtrar la información relevante. Mediante descripciones de objetos, concluyeron que los mayores eran más propensos a perderse en detalles prescindibles y a ser más indiscretos. En los jóvenes, su capacidad para filtrar la información les hacía considerar la perspectiva ajena de manera más efectiva.

Pues bien, ahora analicemos las palabras que describen la famosa expresión “Irse por las ramas”: Utilizada para señalar que alguien en una conversación, en un trabajo o en cualquier otro tipo de acción o actividad, no se atiene a lo troncal del asunto y malgasta tiempo y energías dándole más importancia a cuestiones colaterales o secundarias. Tal dispersión, en la expresión, se compara con las ramas de un árbol o de una planta cualquiera, las que tienden a alejarse del tronco principal, en general con la finalidad de alcanzar luz solar a través de la mayoría de sus hojas. Nos quedaremos con la parte poética de la explicación: que nuestra extensa visión da mucha más luz, ¿o no?

Foto: Google imágenes 

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