Miguel D’Ors y familia

Raro asunto la vida: yo que pude
nacer en 1529,
o en Pittsburg o archiduque, yo que pude
ser Chesterton o un bonzo, haber nacido
gallego y d’Ors y todas esas cosas.
Raro asunto
que entre la muchedumbre de los siglos,
que existiendo la China innumerable,
y Bosnia, y las cruzadas, y los incas,
fuese a tocarme a mí precisamente
este trabajo amargo de ser yo.

MIGUEL D’ORS

Esta semana nos hemos enterado de que D. Miguel d’Ors ha estado en Madrid. Para quienes no le conozcan, hay que señalar que se trata de uno de los poetas más grandes de nuestro tiempo. Licenciado en Filosofía y Letras por la universidad de Navarra, profesor de Literatura Española durante años en la Universidad de Granada, Premio Nacional de la Crítica, Investigador inagotable y poeta de cuyo puño han salido tan excelsas obras como “Es cielo y es azul”, “Cosas que no soporto en un poema”, “Hacia una luz más pura” o “Poesías escogidas”.

El de Miguel d’Ors es, sin duda, uno de esos casos de “brillantez hereditaria”. Es el tercero de una saga de grandes cerebros, encabezada por su abuelo Eugenio d’Ors  -escritor, ensayista, periodista, filósofo y crítico de arte español-, entre cuyos títulos está el imperecedero e imprescindible manual “Tres horas en el Museo del Prado”. Su padre, Álvaro d’Ors fue uno de los más importantes juristas españoles del siglo XX y probablemente la última gran figura del romanismo internacional. Así las cosas, no parece extraño que se haya forjado esta prodigiosa mente de la literatura española y es que, no en vano, según palabras del propio Miguel d’Ors, la educación familiar juega un papel decisivo en el desarrollo de la persona y se reconoce a la legua a una persona que se ha criado entre libros.

La obra de D. Miguel ha devuelto, en cierto modo, la pasión por la poesía al gran público, tras la ruptura producida a raíz de las vanguardias. Lenguaje culto, pero cercano, descripciones precisas y evocadoras de la más absoluta cotidianidad, no por ello exenta de grandeza; son algunas de las características de su obra, donde no faltan tampoco la ironía y el humor, ni una sublime delicadeza, tras la que se vislumbra lo absoluto.

Opina Miguel d’Ors que un poeta puede ser tímido y es que, para este profesor retirado, un poeta alcanza este estatus cuando deja de escribir para desahogarse y plasmar sus sentimientos y empieza a hacerlo para provocar y evocar sensaciones en los demás.

Y es que D. Miguel es, principalmente, un poeta generoso.

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