La fuerza del mar

Las visiones quijotescas de gigantes en las tierras de Castilla la Mancha podrían ser un placentero sueño si el personaje de Cervantes se hubiese topado con los molinos de mar que, cada vez más, se construyen en nuestros océanos. El viento es una de las fuentes de energía alternativa que más se trata de explotar por su potencial y limpieza. En el caso de las brisas marinas, las posibilidades y ventajas se multiplican.

A pesar de que en nuestro país los aerogeneradores marinos están implantándose en nuestras costas de manera bastante tímida, debido a los altos costes que conlleva la instalación de las torres gigantes, los puntos positivos de esta energía la convierten en una de las protagonistas del futuro energético, esperemos, no muy lejano. Entre las principales ventajas que se señalan a su favor, se destaca la calidad y constancia de los recursos eólicos en el mar.

En su inmensidad, el mar está muchísimo menos explotado que la tierra, también en cuanto al aprovechamiento de sus vientos. Tanto es así, que existen muchísimas más zonas marinas sin explotar con molinos que las que sí. Asimismo, el mar no presenta las limitaciones físicas de altura, terreno y peso que pueden darse en la tierra; y no presenta tanta resistencia en la población, ya que no influye directamente en su bienestar. Las corrientes de viento marinos pueden llegar a ser mucho mayores que en la tierra, son espacios abiertos, y proporcionarían hasta el doble de energía.

La principal desventaja y dificultad es, por tanto, la construcción e instalación de los molinos en un ambiente más ‘agresivo’ que la tierra, que requiere de materiales especialmente resistentes. Debido a los altos costes que esto supone, son pocas las empresas que se dedican a estudiar los mejores materiales y lanzarse a la conquista energética del mar.

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