Grandes novelas, grandes películas: Qvo Vadis?

Qvo vadis? es una de esas novelas que resulta difícil olvidar. Se trata un perfecto cocktail cuyos ingredientes son la historia, la religión y el amor; mezclados sobre una base documental de bastante rigor histórico y acompañados de una maravillosa escritura. Aunque algunos de los hechos que narra no están documentados -como que San Pedro y San Pablo se encontraran en Roma o que Nerón fuera el causante del incendio de la ciudad- sin embargo tampoco se contradicen con la historia y aportan una interesante lectura de la misma.

La novela fue escrita por el Premio Nobel de Literatura Henryk Sienkiewicz, entre 1895 y 1896, y narra la historia de amor entre una prisionera de guerra -custodiada en casa de un patricio y educada en la nueva religión, el cristianismo- y un joven legado romano que vive según las costumbres de la corte de Nerón. Al hilo de las desavenencias y obstáculos -políticos y morales- que la pareja encuentra en su camino para poder estar juntos se describe con una maravillosa sencillez llena de detalles la vida de la Roma Imperial y los primeros pasos del cristianismo. Los personajes secundarios resultan más que creíbles y son capaces de despertar en el lector todo tipo de sentimientos pero, sobre todo, asombra lo humanos que resultan. El grupo de conversos al cristianismo lejos de ser descrito desde una perspectiva idealizada nos muestra también las dudas y los errores humanos de personas que se esfuerzan por ser mejores, con las dificultades que ello conlleva. La novela es, en definitiva, una mezcla épico-histórica en donde el mensaje moralizante, lejos de estar edulcorado, es contundente y creíble.

Otro asunto bien distinto es la película. Dirigida por Mervyn LeRoy en 1951 y protagonizada por Robert Taylord y Devora Kerr, estuvo nominada nada más y nada menos que a 8 oscars. No obstante, la cinta puede no convencer, no porque sea mala, ni mucho menos; más bien porque, a la luz de la novela, la realidad es que desluce mucho. Los personajes pierden gran parte de su profundidad psicológica y la historia -que no puede ser reducida a una película- algo de coherencia, mientras que gana en cursilería. Sin embargo, si no la comparas con el libro puede considerarse una auténtica obra de arte, cuyos puntos fuertes son las soberbias interpretaciones de algunos actores -especialmente la de Peter Ustinov, como Nerón, y la de Leo Glenn, como Petronio- y la música de Miklos Rozsa.

Vale la pena descubrir -o redescubrir- esta historia llena de valores que, en ocasiones, algunos críticos han querido ver como una analogía de la situación de opresión que vivía la Polonia donde nació y se crió Henryk Sienkiewicz.

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