Europa y los símbolos del Islam

Las sanciones en el Reino Unido a una profesora musulmana que vestía burka y a una azafata cristiana por llevar un crucifijo, ha abierto la caja de los truenos. El gobierno británico, desbordado por el debate social que han provocado estas medidas, ha decidido revocar su anuncio de imponer a los colegios confesionales una cuota del 20 por ciento de alumnos de otros credos. Sin embargo, aunque Londres se ha convertido en los últimos días en el epicentro de la polémica, los gobiernos de otros países europeos se encuentran con el mismo dilema de definirse entre la identidad propia y las nuevas culturas que llegan al viejo continente.

Los inmigrantes islámicos llegan a Europa de mil en mil, y con ellos sus arraigadas costumbres, haciendo de la polémica del velo una cuestión de Estado. El uso del burka, considerado para muchos una cárcel para la mujer musulmana, es defendido como la fidelidad a una tradición, a la fe islámica, y a una doctrina de siglos.

En el Reino Unido no existe legislación que regule el uso del burka y el chador (pañuelo con que las musulmanas se cubren la cabeza), por eso, no es extraño encontrar a musulmanes que vistan según sus costumbres. El problema viene del uso del nigad (velo que cubre por completo el rostro, a excepción de los ojos) que, sin estar prohibido, se ha limitado a situaciones muy específicas, como en las escuelas. Ni ser la británica una legislación muy rígida en cuanto a libertad religiosa, se prohíbe llevar símbolos religiosos en la vida profesional, tales como una cruz al cuello, lo que ha despertado, además, las críticas de los cristianos.

Francia, por su parte, prohíbe, desde que se aprobase en 2004 la Ley sobre la laicidad del Estado, mostrar signos religiosos “ostentatorios” en las escuelas, institutos y universidades. Lo mismo ocurre en la mitad de los estados alemanes.

Italia ha decidido resolver esta polémica que recorre toda Europa mediante un debate parlamentario en el Senado que oriente a la opinión pública, aunque no se aprobará ninguna ley al respecto por considerarse innecesario. Sin embargo, existe una normativa contra el terrorismo de 1966 que prohíbe circular con el rostro cubierto. En otros países, como Holanda, las propuestas sobre la conveniencia del uso del burka y la nigad están estancadas por las dudas que suscitan las posibles represalias o disturbios que su aprobación podría conllevar.

En nuestro país, las noticias sobre la retirada de los colegios –religiosos o no- públicos y concertados del crucifijo e imágenes religiosas son cada vez más numerosas, así como las informaciones sobre padres disconformes, personal docente y comunidades religiosas que sienten vulnerados sus derechos. La polémica está servida: la Europa del siglo XXI debe tomar medidas y procurar, con ellas, no pisar los derechos ni libertades de sus ciudadanos.

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