El sueño, fuente de la eterna juventud

Hace ya un tiempo dedicamos un artículo al tema del insomnio supuestamente propio de los mayores y de las peculiares necesidades de horas de sueños de los mayores, sin embargo, según un grupo de investigadores de la Portland State University, en Oregón (Estados Unidos), aseguran que la longevidad saludable puede estar condicionada por el buen dormir. Para llegar a esta conclusión han llevado a cabo un estudio, publicado en la revista sleep en el que se han analizado en el que la calidad del sueño de mayores de 65 años, comprobando que quienes mejor dormían eran los ancianos de más de 100 años.

En el estudio se ha incluido el resultado de una macroencuesta realizada en China en 2005 a 15.638 personas mayores de 65 años, incluyendo 3.927 de entre 90 y 99 años y hasta 2.794 mayores de 100 años. Entre los datos más destacables está el hecho de que cerca del 65 por ciento de los mayores reconocía que dormía bien o muy bien. Aunque lo que más sorprende es que el grupo de edad más avanzado eran los que presentaban una tasa de satisfacción más alta con su calidad del sueño, cercana al 70 por ciento., así, la media del de horas de sueño de todos los participantes fue de 7,5 horas diarias y, en el caso de los ancianos centenarios, existía una tendencia tres veces mayor a dormir alrededor de diez horas. En los casos en los que se daba una peor calidad del sueño se trataban de sujetos que presentaban alguna enfermedad o también con problemas en el acceso a la asistencia sanitaria o en su situación económica, lo que lleva a explicar a los autores que la mayoría de mayores sanos presentaban una calidad del sueño satisfactorio, y que los problemas del sueño en edades avanzadas puede ser una probable consecuencia de una multiplicidad de factores fisiológicos y psicosociales en lugar del envejecimiento propiamente dicho.

Todos estos datos pueden relacionarse con los de otras investigaciones certifican que la siesta (que se remonta a la civilización romana que se refería como “hora sexta” al periodo de tiempo comprendido entre las 12.00 horas y las 15.00 horas), lejos de reducir la productividad, aumenta el rendimiento laboral y beneficia el bienestar de quien la disfruta. Su popularidad va siendo tal que según una investigación realizada en 2004 por la Universidad de Regensburg, algo tan plenamente identificativo de los pueblos mediterráneos, curiosamente está arraigando con más fuerza en otras culturas. Según los datos de este estudio la proporción de alemanes (25%) que recurrían a la siesta era muy superior a la de los españoles (9%).

En cualquier caso para obtener unos adecuados resultados de estas ‘cabezadas’ hay que tener en cuenta algunos detalles:

  • Su duración debe rondar la media hora, siendo lo más recomendable esperar más o menos una hora después de haber comido para evitar el paso de ácidos de estómago a esófago (reflujo). una duración más cercana a la ideal aconsejada por los expertos.
  • Mejor hacer la siesta en el sofá que en la cama, a pesar de la tentación, así nos aseguramos una duración más cercana a la ideal aconsejada por los expertos.
  • Prohibida a los insomnes o que trabajan durante la noche o a relevos porque es frecuente que sufran problemas con los ciclos sueño-vigilia.

Siguiendo estas pautas obtendremos unos beneficios tanto psicológicos como físicos, siendo un estupendo  tratamiento de belleza ya que combate los radicales libres -moléculas responsables, entre otros efectos, del envejecimiento celular-. Además, la siesta ayuda a mantener la piel sana y luminosa, al acelerar el proceso de regeneración de las células y mantenerla fresca y tersa.

Comentarios

Deja un comentario