El Gobierno negociará con la vida de seres humanos que no son “perfectos”

Que quede claro: en España no hay una “ley del aborto” –aunque así la llamen partidarios y detractores- sino una serie de supuestos, de “casos”, en los que el aborto voluntario no está penalizado. Pero esto, como tantos aspectos en esta materia, se engloba en los pasionales debates que suscita el tema. ¿Y cómo no ponerle pasión a las discusiones, manifestaciones, posiciones encontradas que se refieren nada menos que a la vida humana, a su supresión o al “permiso para vivir” que defienden los provida de todas las edades?

Una vez más estamos en el punto de ebullición y choque entre los “proaborto” y los “provida”; un enfrentamiento en el que, seamos sinceros, no hay posibilidad de acuerdo dado que se parte de unos principios tan distintos como la noche y el día. Para los proabortistas, lo que se mata con el aborto no es más que un montón de células sin mayor definición; para los partidarios y defensores de la vida lo que estamos destruyendo es un ser humano.

Ahora es voluntad del PP  reformar la actual legislación sobre el aborto instaurada por el PSOE: una “ley de plazos” que el ministro de Justicia- y todo el Gobierno con él-, el señor Ruiz Gallardón, pretende convertir en una “ley de casos”.

Las reformas que el Gobierno quiere introducir sobre el aborto -y que venían prometidas en su programa electoral- pueden resumirse, a tenor de lo anunciado, en dos: 1) que sea necesario el conocimiento y consentimiento paterno para que aborten las menores de 18 años; 2) la supresión de los ‘privilegios’ de los que goza el aborto por malformación del feto ya que el ministro de Justicia considera que la eliminación de estos embriones es contraria a los derechos humanos que garantizan a todos la posibilidad de vivir sin “selectividades” previas al nacimiento. Sin embargo, ante la colosal polémica que este segundo punto ha suscitado, parece que el Gobierno está dispuesto a “negociar”… A “negociar” con la vida de unos seres humanos que no son “perfectos”… ¿Acaso alguien lo es? No: todos venimos con imperfecciones de fábrica y sólo algunas ideologías, como la nazi, propugnaban esa eugenesia que trataba de producir al “superhombre”. Basta recordar lo que sucedió en los campos de concentración para saber a qué extremos puede llegar ese propósito…

Estamos de acuerdo con estas reformas que pueden contribuir a la seguridad física (y mental) de las adolescentes que se enfrentan solas a la tragedia de un aborto y, por supuesto, a la de los nonatos con alguna malformación que podrán ver la luz del día si los enjuagues y tejemanejes políticos no lo impiden… Por cierto y sin apelar a otros testimonios de autoridad que los de millones de ginecólogos, está absolutamente comprobado que, en caso de malformaciones graves – no de un Síndrome de Down, por ejemplo- es la propia Naturaleza la que obra con un aborto natural, no provocado.

Insistimos en que toda la polémica se basa en un concepto determinado del feto: para los proabortistas, hasta un cierto momento, este no es nada; o no mucho más que una parte del cuerpo de la madre del que esta puede disponer a su antojo (el insistente “mi cuerpo es mío”) sin escuchar la potente voz de la Ciencia que insiste, una y otra vez, en que, desde el momento de la unión del óvulo con el espermatozoide existe, ya, un ser humano distinto del padre y de la madre… A veces, para remachar que el feto no es nada -nada que no se pueda extirpar como un tumor, destrozándolo, quemándolo o envenenándolo- se trae a colación la afirmación del filósofo británico Derek Parfait: “Una bellota no es una encina”.

Y, en efecto, una bellota no es una encina pero sí es “la posibilidad de una encina”; sin la bellota no habría posibilidad alguna de que hubiese encina del mismo modo que, sin un óvulo fecundado por un espermatozoide, no habría posibilidad alguna de niño, de hombre, de ser humano… Todo es cuestión de dejar que el tiempo lleve a cabo su labor sin interrumpir el proceso: el tiempo es el que se encarga de que un niño, bien cuidado y alimentado, se convierta paulatinamente en un joven, un hombre maduro, un “senior” en toda su plenitud.

El aborto es, en definitiva, como la guadaña que siega arbitrariamente la oportunidad de la vida de llegar a ser vida… Sería la infelicidad radical y de cuajo para unos cuantos – millones- de seres humanos en proceso de evolución hacia diferentes estadios. Esto es, hoy, lo que la Ciencia -y no la ideología, la moral o los principios religiosos- proclama insistentemente, aunque no haya peor sordo que el que no quiere oír… Ni ver en una ecografía cómo late, fuerte y vibrante, el corazón de un feto de pocas semanas…

Comentarios

Deja un comentario