Dependientes de un cuarto de baño

Cuando el orinar pasa de ser un acto puntual a convertirse en un acto excesivamente habitual, la vida puede convertirse en un suplicio en el que el principal pensamiento es el de tener un baño a mano. Más del 20 por ciento de los mayores de 40 años ve condicionada su vida a una excesiva necesidad de orinar. Es el llamado síndrome de vejiga hiperactiva, que supone que un individuo deba miccionar más de ocho veces al día, con una necesidad imperiosa, repentina e incontrolable.

La necesidad por orinar puede ser tal que incluso puede impedir llegar al baño a tiempo y desembocar en una incontinencia urinaria, aunque no debe confundirse con ésta. Existen dos tipos de incontinencia urinaria: la de esfuerzo, que ocurre ante el aumento de la presión intra-abdominal al toser, estornudar y reír o por una actividad física más intensa como hacer ejercicios y cargar peso; y la de urgencia, que está asociada a una necesidad apremiante e impostergable de orinar que hace perder orina mientras se llega al baño.

El síndrome de vejiga hiperactiva afecta aproximadamente a un 21,5% de la población española y a más de 1.000 millones de personas en el mundo, aunque presenta una importante incidencia en individuos de edad avanzada. Precisamente esta presencia en personas mayores lleva a creer que es una patología inherente al envejecimiento, lo que supone que en muchas ocasiones no se busque la opinión del especialista o que a menudo pase desapercibida obstaculizándose tanto el diagnóstico como el tratamiento. Es más, muchas de las personas que lo padecen, sobre todo mujeres, ponen parches al problema mediante el uso de compresas y la modificación sus costumbres.

La vejiga hiperactiva puede tener un origen idiopático, es decir, por causas desconocidas. Pero incluso en el caso de presentarse como un síndrome por sí solo, sin causas concretas, puede estar asociada a otras patologías urológicas como las piedras en la vesícula, infecciones urinarias o tumores de vejiga, en cuyo caso desaparece al resolverse la causa de origen. En otras ocasiones la vejiga hiperactiva se debe a a enfermedades neurológicas, como el mal de Parkinson o la esclerosis múltiple, o a una obstrucción del tracto de salida de orina dentro del sistema urinario (en hombres generalmente causada por el crecimiento de la glándula prostática -hiperplasia prostática benigna- y en mujeres a prolapsos de vejiga). Igualmente, tanto en hombres como en mujeres, puede ser producto de ciertas cirugías previas.

El aislamiento social, disminución de la actividad física, dificultades laborales, deterioro de la sexualidad, trastornos del sueño, baja autoestima y depresión son algunas de las consecuencias que sufren quienes padecen al síndrome de vejiga hiperactiva, mermando su calidad de vida.

Aunque existen medicamentos para tratar esta patología, parece que ofrecen resultados más satisfactorios los tratamientos que se centran en el entrenamiento del órgano, es decir, una terapia conductual a base de la práctica de ejercicios pélvicos como contraer el esfínter anal en el momento de sentir ganas de orinar, o retardar paulatinamente la frecuencia urinaria para establecer finalmente horas fijas. Son procesos que aunque no supongan la curación total, sí proporcionan una mejoría. Además existen estudios que indican que también puede ayudar la reducción del consumo de líquidos, aunque de forma moderada y controlada, ya que demasiado poco líquido podría provocar una concentración excesiva en la orina e inducir a una irritación de las paredes internas del órgano en cuestión.

Comentarios

Deja un comentario