Crisis y depresión

Apenas hay que echar un vistazo a nuestro alrededor para comprobar que la crisis que estamos atravesando desde hace 3-4 años se ha convertido no sólo en un problema económico, sino también en una cuestión de salud pública. Y es que el estrés y la ansiedad se han convertido en las principales enfermedades atendidas en los servicios de Psicología y Psiquiatría, a los que habría que sumar los que se quedan en la atención primaria. Los niveles han alcanzado tales cotas que incluso la  Sociedad Española de Psicogeriatría (SEPG) ha lanzado la alerta, especialmente sobre la población de más edad, ya que un 25 por ciento de los mayores de 65 años sufre este trastorno.

La depresión es el problema mental de mayor consulta en los usuarios de atención psiquiátrica, de forma que llega a suponer hasta un 14% de las consultas. Pero es entre lo mayores de 60 años donde se dispara hasta un 36%. Según explica Raimundo Mateos, presidente de la Sociedad Española de Psicogeriatría (especialidad que trata las enfermedades mentales de las personas mayores), el hecho de que sean los mayores a quienes más afecta la depresión se debe a que se sienten responsables por la mala situación de sus familias y por tener que ayudarlas y solucionarles sus dificultades económicas.

Con crisis o sin ella, la depresión es un trastorno que afecta especialmente a las personas de más edad y no siempre reciben la atención adecuada. Como paso adelante hay que destacar el servicio que la empresa bilbaína AMSA ha desarrollado como complemento a los cuidados y tratamientos que se dispensan en las residencias y hospitales a los dependientes mayores de 65 años con enfermedades mentales. Se trata de un programa pionero que, como ha indicado el director clínico de AMSA, el Dr. D. José Mariano Galletero López, “supone una ayuda en trastornos de ansiedad, trastornos depresivos, trastornos bipolares, trastornos psicóticos crónicos y síntomas psicológicos y comportamentales en pacientes con demencia o deterioro cognitivo”.

Uno de los riesgos de los casos de depresión en la población de edad avanzada es que se puede llegar a un diagnóstico erróneo de demencia senil. Además, también es frecuente que las personas mayores presenten trastornos de la memoria y concentración y falta de impulso vital, distrayendo la atención del médico sobre la depresión y dirigiéndola hacia síndromes cerebrales orgánicos y afecciones somáticas.

A pesar de todo hay que tener presente que el envejecimiento no es sinónimo de depresión, ni que todos los ancianos están deprimidos ni que los síntomas de una depresión cuando aparecen en una anciano se deben considerar como algo “normal” para su edad.

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