Con el sol en la mente

Empieza la cuenta atrás para despedirnos del verano, pero éste aún luce con fuerza y aún una parte importante de la población se encuentra resguardada en bajo alguna escasa sombra o aprovechando, cual reptil, hasta el último rayo solar. Sin embargo existe una minoría que lleva estas actitudes a sus extremos. Son la tanorexia y la tanofobia, unos trastornos dismórficos (preocupación fuera de lo normal por algún defecto físico que puede ser real o imaginado, con la consiguiente falta de aceptación crónica de la propia imagen corporal) que llevan a una preocupación exagerada e irracional por tener la piel bronceada hasta límites antiestéticos e incluso peligrosos en el primer caso y un miedo irracional al sol y a sus potenciales efectos perjudiciales en el segundo. Los casos de estos trastornos psicológicos están aumentando en los últimos años,  y a pesar de que pertenecen al “mismo grupo” que la anorexia, la bulimia y la vigorexia, son mucho menos conocidos que éstas.

No hay que olvidar que tomar el sol con moderación y la pertinente protección tiene efectos positivos en nuestro organismo como la producción de serotonina, un neurotransmisor del sistema nervioso que produce una sensación de bienestar y relajación. El sol, además, ayuda a dormir mejor,refuerza el sistema inmunológico y es fundamental para que nuestro cuerpo produzca vitamina D, básica para mantener los huesos sanos, de ahí su importancia, especialmente para la gente mayor y aquella que pasa el día encerrada sin ver la luz solar. Para todo ello, basta con estar diez minutos al día expuestos al sol, especialmente cara, escote y brazos.

Sin embargo, cuando lo de tomar el sol se torna en una obsesión enfermiza hasta el punto de desarrollar tal necesidad de mantenerse bronceado que llega a poner en peligro no sólo la salud mental sino también la física, nos enfrentamos a la tanorexia. Las personas quienes la padecen llegan a generar una angustia y sentimientos de culpa que en muchas ocasiones llegan a hacerles plantearse el suicidio. Con frecuencia se asocia con eltrastorno depresivo mayor, la fobia social, el trastorno obsesivo-compulsivo o, en casos más severos, el trastorno delirante de tipo somático. Aunque se trata de un trastorno psicológico y no de una enfermedad médica, suele estar acompañada de lesiones cutáneas y otras dolencias dermatológicas. Los que sufren tanorexia no lo reconocen, por lo que lo normal es que no visiten al dermatólogo o al psicólogo por este motivo, sino que acuden al médico por alteraciones en la piel causadas por la exposición al sol, como manchas, arrugas o cambios en el tamaño o forma de los lunares. Además de causar un envejecimiento prematuro de la piel, el bronceado sin control tiene efectos acumulativos y consecuencias fatales como los melanomas y otros cánceres de piel. Para algunos tanoréxicos dejar de recibir su dosis de radiación puede producir síntomas similares a los de la abstinencia de las drogas, lo que algunos expertos explican con el hecho de que los rayos ultravioleta hacen que el cerebro genere endorfinas, unos neurotransmisores opioides producidos en el sistema nervioso central, que generan sensación de placer, euforia y alivian el dolor.

En el extremo contrario se encuentra la tanofobia, un miedo irracional a la exposición del sol por sus potenciales efectos peligrosos. Afecta principalmente a los mayores de 50 años y lleva a quien lo padece a usar medidas para no exponerse a luz del sol y en caso de hacerlo, a protegerse de forma excesiva ante los rayos solares. Sus consecuencias pueden ser nefastas, ya que si no hay una mínima exposición al sol aumenta el riesgo de déficit de Vitamina D, lo que incrementa las posibilidades de padecer cáncer de colon, mama y próstata además de graves problemas óseos como laosteopenia (que incrementa el riesgo de sufrir fracturas).

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