Alimentarse de ‘bacterias saludables’

Los alimentos prebióticos y probióticos ayudan a evitar e incluso mejorar procesos y enfermedades como diarrea, estreñimiento o Crohn.

Uno de los avances más importantes de la medicina se produjo hace 20 años, al descubrir que las infecciones las transmitían unos microbios, pero que algunos de ellos se han adaptado a vivir con nosotros y nos proporcionan un beneficio a la vez que les damos un hábitat. Es lo que sucede con las más de 400 especies de microorganismos que conviven en armonía en la flora intestinal humana, sintetizando vitaminas, contribuyendo a la absorción de nutrientes, mejorando la digestión y neutralizando sustancias potencialmente perjudiciales. Normalmente el intestino ofrece los substratos y las condiciones para su desarrollo permitiendo así que la flora promueva una mejor función intestinal, pero en ocasiones factores como una alimentación desequilibrada, tratamientos con algunos medicamentos como los antibióticos, el estrés, enfermedades como cáncer o patologías hepáticas o renales provocan un ‘desequilibrio’ en el que es recomendable la ingestión de los llamados prebióticos y probióticos, alimentos ‘funcionales’ en los que, además de sus propiedades nutricionales aportan otros beneficios adicionales para la salud.

Los alimentos probióticos contienen bacterias que pueden sobrevivir a una digestión, llegar al colon y restituir la flora intestinal alterada por alguna causa. Además, ayudan a reforzar nuestro sistema inmunológico. Los productos con probióticos que podemos encontrar en el mercado son yogures, otras leches fermentadas y bebidas que contienen, además de zumo, leche fermentada y cultivos de bacterias.

Por su parte, los alimentos prebióticos tienen la propiedad de estimular el crecimiento en el colon de las bacterias beneficiosas, pero a diferencia de los probióticos con bacterias vivas, los prebióticos son sustancias sin vida, no digeribles que actúan como complementos energéticos para favorecer el crecimiento de las bacterias intestinales beneficiosas. Los dos prebióticos más estudiados son la inulina y los fructo-oligosacáridos o FOS, carbohidratos que se encuentran presentes en alimentos como ajo, cebolla, puerro, espárrago, alcachofas, raíz de achicoria, tomates, plátanos, etc.

El consumo de probióticos y prebióticos (son complementarios) no sólo previene y ayuda en procesos de diarrea, estreñimiento, exceso de gases o en enfermedades de riesgo vascular, diabetes, alergias e intolerancias, Crohn y colitis ulcerosa, sino que también mejoran la digestión y estimulan las defensas.

Hay que dejar claro que los productos comercializados con la etiqueta de “saludables” por su contenido de probióticos y prebióticos, y que duplican su precio respecto a sus equivalentes “normales”, no son fármacos, aunque como ya se ha señalado, en dosis adecuadas son beneficiosos para determinadas situaciones en las la dieta por sí sola no es suficiente o es desequilibrada. Eso sí, su efectividad dependerá de que seamos constantes en su ingesta.

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