Es posible que, sentados a la mesa, no se nos ocurra pensar en la tremenda importancia que juega una vulgar vajilla en nuestras vidas. Estamos tan acostumbrados a que platos, tazas e incluso jarrones formen parte de nuestra cotidianidad que no somos capaces ni de imaginar que miles de años atrás existieron hombres que no los tuvieron.
La cerámica fue uno de los grandes inventos de la humanidad; toda una revolución que permitió, de la noche a la mañana, contener y transportar productos, especialmente líquidos, ayudando además a su conservación. Pronto se convirtió en un arte, admitiendo decoración, y dando lugar a la escultura modelada y a un sinfín de manifestaciones propias de cada cultura. En el transcurso de los siglos las técnicas han ido cambiando -los tipos de tierra, la cocción, la incorporación de los barnices…- y tanto su estudio, como la práctica de esta técnica milenaria, son una fuente interesante de sabiduría y entretenimiento.
Aunque el modelado de arcilla se conoce desde hace mucho tiempo atrás, hasta el Neolítico no empezó a usarse la cocción para conseguir fijar con carácter estable la forma dada al objeto. Japón es un caso único, en el 10.000 a. C. ya se trabajaba con perfección esta técnica que, hoy en día, continúa siendo una de las formas de expresión por excelencia del país Nipón.
Un curso de alfarería y cerámica puede ser una opción excelente para disfrutar del tiempo libre. Aprender las diversas técnicas y descubrir las características propias de cada civilización y época puede ser apasionante; pero si, además, el curso se completa con la práctica, resultará del todo beneficioso. La alfarería, relaja, desarrolla la concentración, mejora la destreza de las manos y desarrolla las capacidades creativas: ¿se le puede pedir más a un hobby?
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