Agitación anómala

El síndrome de piernas inquietas afecta a muchos mayores, aunque parte de ellos ni tan siquiera sean conscientes de sufrir un trastorno reconocido por la ciencia médica.

Puede alcanzar una prevalencia del 5% de la población, por más que parte de esos afectados no sepan que se trata de una enfermedad y hasta un altísimo porcentaje  no sea diagnosticado adecuadamente en sus primeras visitas.

Las mujeres mayores de 65 años son quienes más lo padecen y, sin ser una dolencia grave, sí que se ha considerado crónica y de difícil tratamiento. Sin embargo, parece que lo ha sido más por desconocimiento y falta de diagnósticos certeros que por hechos objetivos: para un médico debidamente informado es relativamente sencillo diagnosticar un SPI y existen formas de tratarlo, pero muchos pacientes reciben una evaluación que le diagnostica trastornos del sueño o enfermedades reumáticas, con lo que son enviados a especialistas inadecuados.

Con todo, el conocimiento y divulgación de la SPI ha mejorado en los últimos años y hoy tiene un pronóstico favorable. No se sabe aún qué provoca la particular sensación de quemazón, o lo que sus afectados describen como la impresión de insectos trepando por sus piernas cuando se acuestan y relajan. Pero si que se ha relacionado con un descenso de la dopamina y con alteraciones en el almacenamiento del hierro cerebral en las personas aquejadas del síndrome.

Eso ha llevado al empleo de agonistas dopaminérgicos para neutralizar las molestias, permitir conciliar el sueño y evitar la fatiga que arrastran los enfermos y que es el efecto más perturbador del SPI. En personas en quienes se ha manifestado el trastorno de forma grave, también se aplican anticonvulsionantes y opiáceos.

Las medidas se complementan con consejos para mejorar la higiene del sueño, la práctica de ejercicios de relajación y la supresión del consumo de excitantes como el alcohol, la nicotina o la cafeína. Algunos medicamentos, como los antidepresivos y los antihistamínicos, podrían coadyuvar en la aparición o agravamiento del SPI, de manera que también se aconseja prescindir de ellos en los casos en los que sea posible.

En cualquier caso, si se sufres alguno de los síntomas del síndrome, no dudes en consultárselo directamente a su médico, pues tu propia sugerencia puede ayudar al médico a proporcionarte la ayuda más pertinente.

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