Abuelos canguro, ¿abuelos esclavos?

A pesar de la gran transformación experimentada por la sociedad española en las últimas décadas que la ha acercado, en muchos otros sentidos además del económico, al resto de Europa, nuestro país sigue siendo diferente. Y es que a diferencia de lo que ocurre en el resto de los países europeos, en España se da un fuerte apoyo familiar entre generaciones, sobre todo en sentido descendente: los padres siguen ayudando a sus hijos hasta edades bien avanzadas, hasta el punto de continuar cuando los padres se convierten en abuelos. Según un informe del IMSERSO el 70% de ellos cuida con frecuencia a sus nietos, y más de un 35% lo hace todos los días. Si comparamos estas cifras con el resto de Europa se observa que en España uno de cada cuatro abuelos cuida de sus nietos, lo que supone una presencia de abuelos cuidadores menor que la media europea, donde el ratio es más de uno de cada tres. Sin embargo, los abuelos españoles que cuidan a sus nietos lo hacen de una forma más intensiva que el resto de los europeos, dedicando una media de siete horas en España cada día, dos más que la media europea.

Este recurso  de los llamados ‘abuelos canguro’ es en muchos hogares la fórmula más segura, barata y cómoda para aquello padres que no pueden ocuparse de sus hijos durante una parte, más o menos amplia, del día a causa de su jornada laboral. Así, gracias a los abuelos, la conciliación entre trabajo y vida familiar queda cubierta con la garantía de unos cuidadores incondicionales que se ocupan de los pequeños con u plus de compromiso afectivo que no pueden garantizar ni las guarderías ni los ‘canguros’ contratados. Ahora, son los mayores quienes sobrellevan la nueva carga de ocuparse de los niños, lo que no supone un inconveniente cuando la situación es aceptada de buen grado, con buena salud y con tiempo disponible. Por el contrario, en estas condiciones todo son ventajas: los vínculos familiares se estrechan, los niños están mejor atendidos, los abuelos se vuelven más activos. Pero cuando se trata de la única opción, una solución in extremis, se originan otros problemas.

Según las cifras del Teléfono de la Esperanza, más de  131.500 mayores llamaron a esta ONG al sentirse superados por el esfuerzo de cuidar a sus nietos. Y es que parece que los abuelos canguro no les está permitida la queja. Deben mostrarse disponibles a todas las horas y en cualquier circunstancia, pues de otro modo se pondrá en duda su afecto. Han de disimular su cansancio, pues son los primeros en querer sentirse válidos y útiles.

En esta situación aparece la paradoja de que por una parte vemos a las personas mayores como potenciales receptores de cuidados, por otra les encomendamos la complicada labor de prestarlos a otros. Es lo que Nuria Badenes y Teresa López han denominado «doble dependencia» (‘Doble dependencia: abuelos que cuidan nietos en España’, ed. Civitas, 2010). Y es que mientras la población va envejeciendo progresivamente y con ello van aumentando las necesidades de atenciones a los mayores, aquello quienes acostumbraban a prestárselas, normalmente sus hijos y en especial las mujeres, ya no pueden hacerlo del mismo modo. Bien al contrario, son los mayores quienes sobrellevan la nueva carga de ocuparse de los niños. Y aunque como afirmaba Montesquieu, “Se ama más a los nietos que a los hijos”, el amor no puede con todo.

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