A voz en grito

Pese a ser una herramienta fundamental para la comunicación y realización de las actividades diarias,  no parece que nos preocupe tanto como otros aspectos de nuestra salud. Quizás influya la peregrina idea de que las cuerdas vocales lo soportan todo, que son mucha más duras y sufridas que otras partes de nuestro organismo y que, como mucho, pueden provocarnos una pasajera ronquera o afonía.

Sin embargo, fumar, hablar más alto de lo debido o durante mucho tiempo, gritar a voz en cuello, tomar bebidas demasiado frías o demasiado calientes y etc. son factores que pueden afectar a la voz, sin que a menudo se tome ni una protección o se tenga en consideración que unas cuerdas vocales que hayan sido víctima de excesos pueden acabar por darnos problemas crónicos.

Tan poco tenida en cuenta es la voz que muchas veces no se la atiende ni siquiera cuando la notamos dañada: de hecho, se suele dejar pasar cualquier trastorno que padezca sin acudir al especialista o sencillamente jugando la baza de la automedicación. Sin embargo, esta herramienta tan útil como frágil requiere de toda nuestra atención. En primer lugar, hay que identificar qué factores son dañinos para la voz y procurar evitarlos. Los principales enemigos de nuestra voz son las bebidas heladas, el tabaco –fumarlo, pero también respirar en ambientes con humo-, los lugares con mucho ruido que nos obligan a elevar el volumen, la contaminación y gases nocivos, una mala alimentación e hidratación o, por curioso que parezca, la falta de sueño.

Por tanto, las mejores medidas de prevención son las actitudes y hábitos contrarios a las causas: evitar ingerir bebidas demasiado frías, especialmente si son alcohólicas, llevar una dieta sana y equilibrada, frecuentar lo mínimo posible los ambientes ahumados y dejar de fumar o controlar el volumen al que hablamos reeducando a la voz para mejorar la fonación.

La Sociedad Española de Otorrinolaringología y Patología Cervicofacial recomienda, además, mantenerse bien hidratado –beber suficiente agua al día-; tener cuidado con las cenas copiosas o muy especiadas; no forzar la voz en procesos gripales o catarros; no hablar con movimientos violentos o levantando peso; vocalizar correctamente; no tensionar el cuello; no usar ropa o complementos demasiado ceñidos; evitar las conversaciones telefónicas demasiado largas; no permanecer mucho tiempo en sitios con aire acondicionado; reposar la voz tras una jornada intensa y descansar al menos ocho horas. Acaso muchas cosas que no siempre son fáciles de evitar, pero que sí podemos evitar que confluyan todas a la vez contra nuestra garganta.

En cualquier caso, si sufre molestias que no se atenúan ni mejorando las atenciones o que perduran en el tiempo, el diagnóstico fiable y la solución solo puede facilitárselos un especialista.

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