El Castillo de San Marcos, un baluarte defensivo

Al extremo del estado de la Florida, en los confines mismos de Carolina del Sur, está la pequeña ciudad de San Agustín; emplazada en un lugar estratégico, por  su facilidad para abrigar naves y  por ser razonablemente fortificable. La urbe nació como reacción al asentamiento de piratas británicos en la zona en torno a 1564.

La vida en San Agustín no fue lo que se dice pacífica. Primero fue atacada por el siniestro corsario Drake, al servicio de la corona inglesa; más tarde por el capitán pirata John Davis. Tuvo que soportar los sucesivos asaltos británicos de 1702 y 1740, peligrosos y atroces, pero sin éxito. Por ironías de la política, la imbatida San Agustín vino a ser pacíficamente otorgada a la corona británica en 1763, aunque retornaría a España de resultas del Tratado de París, en 1784, para permanecer española hasta 1821, fecha en que fue entregada a los Estados Unidos.

Los habitantes de San Agustín no esconden el orgullo por su pasado español, del que hay vestigios permanentes en el paisaje urbano. Y todavía hoy los nombres de las calles denotan la pasada presencia hispana: las calles de Valencia, de Granada, de Córdoba, de Soto, de Avilés… En la catedral campean los escudos español y norteamericano, en recuerdo de lo que la ciudad fue. Un recuerdo que pervive también en el habla local, donde no es raro escuchar palabras del español colonial, y hasta la vida es mucho más a la española que otras ciudades norteamericanas: vías estrechas, terrazas junto a los bares, parques donde corretean los niños…

El castillo de San Marcos, cuya actual traza data de 1672, es de obligada visita. Se trata de un importante ejemplar de la arquitectura militar española en las Américas, con baluartes apuntados hacia el exterior, y no se construyó en piedra, sino en coquina: una mezcla de moluscos y arena, aglutinada por la cal de las conchas, que resultó ser un excelente material, que no se destrozaba ante los proyectiles del enemigo, sino que los absorbía.

La cercanía geográfica de San Agustín respecto de las colonias inglesas de Carolina del Sur propició un fenómeno que en España no es demasiado conocido: el establecimiento de un verdadero santuario de libertad para los negros que huían de la esclavitud británica. Aunque ya se venía produciendo un goteo de esclavos fugitivos hacia la plaza española, fue la llegada de no menos de cien de ellos en 1738 lo que dio lugar al establecimiento de una población fortificada, unas millas al norte de la fortificación del castillo de San Marcos: el fuerte de Gracia Real de Santa Teresa de Mose: el primer sitio en lo que hoy son los Estados Unidos donde los negros pudieron vivir en libertad.

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